[Entrenamiento] Rosa, pequeño y... ¿mortal?

Había algunas cosas que, estaba segura, alguna vez terminarían por matarla. Una de ellas era su orgullo, por supuesto, no sólo por lo rápido que salía a flote sino porque era lo mismo que la llevaba a hacer acciones temerarias como meterse en peleas donde nadie la llamaba o enfrentar cosas innecesarias para demostrarse algo a sí misma. Sí, por lo general era por ella y no por los demás, aunque más de una vez había peleado por defender su punto de vista. La otra cosa que podría llegar a matarla era su curiosidad, no era buena dejando dudas sin resolver y menos cuando se trataba de algo que le llamaba la atención. Y era por ambas cosas por las que estaba allí.

No es que pasear sola por el bosque le pareciera divertido ni mucho menos, sino todo lo contrario. Estar en ese ligar con niebla, con humedad y sintiéndose pegajosa no era albo que le gustara hacer pero no le quedaba de otra si quería resolver sus dudas respecto a algo que había leído en uno de los libros de la biblioteca más grande de Magnolia. Aún así, pese a que necesitaba sacarse las dudas, era consciente de que estaba en desventaja sola en un lugar tan poco habitado. Algunas personas al saber su destino le habían advertido que podía ser peligroso para una muchacha pero aún así no pudieron amedrentar a Sayen, no podía evitar tomar las advertencias como un desafío, un desafío tonto y que la ponía en posible peligro pero desafío al fin y al cabo.

1/11

Sí, algún día moriría por eso, pero de momento no tenía tiempo para hacerlo. Aún tenía cosas que cumplir, una “hermana” a la cual volver a ver y una persona a la que buscar. No podía simplemente ir y morirse por su curiosidad así que se andaba con pie de plomo. Esa vez, por esa misma razón, había recordado llevar sus dagas a la vista y dejar su morral en la posada donde estaba hospedándose. No necesitaba cosas que le complicaran una batalla o un escape sino mayor movilidad (o la mayor posible) para poder hacer lo que necesitara para sobrevivir. Es decir, ¿qué pasaba si un animalejo gigante la perseguía o si acaso una de las personas que vivían allí iban a por ella? No iba a dejar que el miedo le ganaba, o al menos eso le gustaba pensar, pero tampoco iba a permitirse salir lastimada. No quería hacerlo y, por supuesto, no permitiría que nadie que no quisiera se le acercara demasiado. Eso ya no era una cuestión de orgullo sino de supervivencia.

Era consciente de que divagaba, buscando en su mente razones para mantenerse con paso firme hacia delante mientras se adentraba en un nuevo banco de niebla que le nublaba un poco la visión y hacía que su pelo suelto pesara más de lo que ya lo hacía. ¡No sólo eso! La humedad del bosque comenzaba a inflarle el cabello y volvía totalmente incómodo cada movimiento. ¡Menudo fastidio! El buen aspecto y la humedad no eran buenos amigos al parecer y eso la hacía sentir incómoda. Cuando volviera a casa se encargaría de darse una buena ducha que le sacara la sensación de suciedad de encima.

2/11

¡Pero de momento no tenía que preocuparse por esas cosas! Estaba allí buscando a un animal, un pequeño ser de color rosado que había visto descrito en un libro de la biblioteca pero del cual no había logrado encontrar una imagen exacta. Le daba muchísima curiosidad la descripción de aquel animal y había encontrado una nota que decía que ese tipo de animales se encontraba en un estanque o laguna dentro del bosque del este en Magnolia. ¿Cómo no intentar ir a ver uno de esos animalitos sabiendo que estaban tan cerca? Además, sentía curiosidad por su aspecto real pues lo que podía imaginarse de seguro no estaba demasiado cerca de la verdad.

Se detuvo un momento rodeó un tronco caído levantando el ruedo de su falda un poco. Esa vez llevaba el traje más simple que tenía y que la acompañaba a todos lados. Con una falda larga anaranjada junto a un caderín verde, una blusa del mismo tono anaranjado y un chaleco rojizo con tirantes que cerraba bien su prenda para que no se moviera. Era algo simple, holgado y que le permitía moverse con naturalidad. Estaba acostumbrada a ese tipo de prendas más que a otras, pese a que había más cómodas, porque eran trajes acostumbrados en su pueblo y la costumbre era innegable. Además, le gustaban ese tipo de ropas que le permitían, incluso, hacer una presentación de baile espontánea si tenía la oportunidad de ganar algo de dinero con ello.

3/11

Para mayor comodidad, tras pasar el árbol y notar que la hierba se volvía más alta, se encargó de hacer un nudo a un costado de la falta para levantar un poco el ruedo. Haciendo eso no podría evitar que más piel de la que quería quedara al descubierto pero sabiéndose sola no le generaba problemas. Además, Sayen no solía tener problemas con que vieran su piel, después de todo como bailarina había mostrado sus movimientos con menos ropa encima, pero lo que la intimidaban eran las miradas de los demás. La intimidaban o le enfermaban, detestaba ver los ojos de los hombres cuando ellos fantaseaban con cosas que no pasarían por sólo ver un poco más de piel. Le parecía algo bajo y simplista, no la motivaba a nada más que a molestarse, pero en cambio había otras miradas que la intimidaban y le generaban vergüenza.

Por suerte, sólo los animales podrían verla en ese momento pues no había encontrado casas humanas en el camino ni se había cruzado con nada que le advirtiera la presencia de un ser humano o antropomófico.

Con esa seguridad, siguió avanzando revisando cada tanto la posición del sol por entre los huecos que, entre copa y copa de los árboles, le permitían ver el cielo y ubicar el sol. Sabía que no estaba demasiado lejos pero no dejó que la confianza que había tomado la llevara a caminar sin cuidado. No quería pecar de poco precavida o despreocupada, no quería terminar perdida allí cuando el sol cayera y no faltaba demasiado para ello.

4/11

Si no estaba equivocada, le quedaban la menos tres horas de sol como para llegar al lugar indicado y volver a salir. Sabía que eso significaría que debía encontrar el sitio en la mitad de tiempo por lo que apresuró sus pasos para alcanzarlo. Metió una mano en su escote y sacó desde allí, algo húmedo por el sudor, un papel con las pobres indicaciones que había conseguido de la ubicación de esos pequeños animales rosados. Sonrió un poco al saber que estaba siguiendo correctamente la dirección y se hizo a un lado cuando encontró una enorme planta de pétalos morados apareció en su camino.

Continuó andando sin mirar hacia atrás, observando con sorpresa cómo el ambiente se volvía más exuberante e incluso los insectos parecían triplicar su tamaño normal. ¿Qué clase de cosas comerían esos bichos como para ser tan grandes? La curiosidad le podía y quería averiguar al respecto, pero tenía una meta que cumplir y el "es imposible" del bibliotecario cuando le preguntó por la ubicación de los axolotls repiqueteaba en su mente empujándola a seguir adelante. Al final, parecía que además de su curiosidad se había tomado el encontrar al animalito como algo personal.

Tras media hora más caminando, muchas gotas de sudor derramadas y algunas manchas en su traje, llegó al punto abierto del bosque donde una pequeña laguna o estanque estaba ubicada. Se quedó de pie, observando el sol de la tarde golpeando la superficie y a su nariz llegó el olor de las flores dulces que creían sobre el agua. La combinación de todos aquellos olores le recordaban a aromas más dulces como las rosas y los jazmines.

5/11

Mientras observaba el agua, acercándose con pasos lentos hasta la orilla, notó un movimiento más allá de donde ella estaba. Sorprendida, se detuvo rápidamente y volvió la mirada hacia ese lugar donde no muy grata fue su sorpresa al ver a un hombre arrodillado frente al agua tomando notas en una libreta enorme. Se quedó mirándolo y retrocedió un paso. No, tenía que mantenerse tranquila, hacía tiempo que no tenía algún altercado por el camino y no tenía por qué temer. De hecho, aquella persona parecía más un investigador que otra cosa, o al menos esa sensación le daba al ver el interés con el observaba el agua. ¿Sería que estaba buscando lo mismo que ella'

Sacudió la cabeza, no tenía por qué tener miedo, había ido hasta allí para saciar su curiosidad y desafiar las palabras del bibliotecario, no había razones para retroceder llegados a este punto y esa persona era uno solo mientras que ella... Ella podía parecer ser más de uno. Se llevó una mano al pecho, confiando en que su magia la ayudaría de ser necesario, y caminó hacia el hombre hasta estar a unos tres metros de distancia. No podía evitar hacer su zona de seguridad más grande cuando se encontraba en un sitio poco conocido o favorable. Sayen no era tonta, una mujer sola en un bosque corría riesgos y no sólo por el hecho de ser mujer.

Carraspeó una vez para llamarle la atención a aquella persona y apenas su sonido llegó a él, el hombre dio un respingo que lo hizo ponerse de pie. Su altura que, estaba segura, rondaba el metro noventa la paralizó en el lugar. ¡Era demasiado grande! Dio un paso hacia atrás, repentinamente insegura.

—¡Señorita! Me ha asustado —se quejó el hombre llevándose una mano a su barba de unos pocos días y clavando sus ojos en ella—. ¿Está perdida?

Ella movió su cabeza de un lado a otro y desvió la mirada al agua, donde unas ondas se formaban cada tanto.

—¿Ha venido también a ver los axolotls? —aquella pregunta acertada la hizo asentir y debió carraspear una vez más para poder hacer salir su voz.

—Sí, así es —dijo lo más naturalmente posible, sonriendo con pena para disimular sus nervios—. No he encontrado buenas imágenes de ellos y pensé que verlos en directo... ya sabe.

—Nada comparable con la realidad —dijo el hombre de pronto volviendo la mirada al agua.


6/11

¿Nada comparable con la realidad? Sayen tenía sus discrepancias con esa frase, después de todo ella era una maga de ilusiones y el efecto de sus animales creados con el poder de su magia y de su mente pasaban a ser reales, al menos a los sentidos, cuando los creaba. Entonces, ¿qué era exactamente esa realidad con la que nada se podía comparar? Caminó en silencio hasta el agua, sin hablar con el muchacho, y se agachó frente al agua para ver dentro. Había algo que se movía debajo del agua cristalina, una cosa rosada de pues cortos y con protuberancias en el rostro que tenía un gesto casi gracioso en la cara. Sonrió un poco al verlo y contuvo una risa. ¿Eso era lo que nadie podía dibujar correctamente? ¡Se veía adorable!

El axolotl la miró por un segundo y en seguida se escabulló en el agua. La maga cerró los ojos, envuelta en el repentino silencio, y memorizó la figura de aquel animal que se fundía con el olor a flores que había a su alrededor. Suspiró, abrió los ojos y enfrentó su mirada violeta que era reflejada por el espejo de agua. Había tanta paz allí que no parecía que a su lado estuviera otra persona. Al ver al muchacho de antes a unos pasos de ella y a su espalda, la maga se puso de pie de pronto y lo enfrentó girándose para verlo. Por reflejo dio un paso hacia atrás y metió un pie en el agua.

—Perdón, ¿la asusté? —preguntó el muchacho con una sonrisa tiesa—. Disculpe, es que su cabello es tan llamativo y sus ojos, ¿violetas?, son poco comunes.

—Me lo dicen a menudo —respondió ella dando un paso hacia un lado, intentando apartarse, pero el joven acompañó el movimiento y de nuevo le cortó el paso.

—¿Le molesta si la dibujo?

La pregunta la dejó perpleja y abrió sus ojos sorprendida mientras sentía que sus mejillas se tornaban rojas. ¿Dibujarla? Observó el cuaderno del joven que creyó que era de notas y se dio cuenta de que él en sus dedos tenía machas de carbonilla que hacían formas extrañas. Elevando las manos hasta su pecho, Sayen movió su cabeza de un lado a otro e intentó encontrar un lugar por el que escaparse. Había un arbusto a su derecha y sólo podía escaparse por la izquierda con riesgos a pasar demasiado cerca del hombre. O tal vez lo entendiera con su negativa.


7/11

—Por favor —insistió el joven dando un paso hacia ella, haciendo que las alertas de la maga se desataran todas juntas.

—No, así que deje de insistir —le pidió lo más amablemente posible pero con un tono de voz firme.

—Tengo mi estudio en Magnolia, pero me gustaría poder dibujarla en este fondo natural, junto a los axolotls. Estoy seguro de que sería una modelo hermosa —siguió adelante el muchacho y Sayen supo que aquello no iba a llevar a nada.

—Respeto mucho el arte y la pintura, pero no trabajo de modelo —terminó por decir dando unos rápidos pasos hacia el costado y luego hacia adelante para alejarse de él. Ya había visto lo que quería, no tanto tiempo como deseaba, pero era suficiente.

Se encaminó por el sitio por el que había llegado y unos pasos detrás de ella le advirtieron del peligro que no pudo evitar. De pronto una de sus manos fue tomada y su avance detenido con un tirón. Volvió la mirada, repentinamente molesta, y con la mano libre intentó apartar la del dibujante que la observaba aún como fascinado. No sabía si sus intenciones eran sólo dibujarla o no, si quería algo más de ella o si aquel encuentro no era más que una cuestión de mala suerte.

Con un manotazo intentó apartarlo pero él, en cambio, se atrevió a tomar su otra mano sin apartar la mirada. Sayen se sintió incómoda, indefensa, estúpida por no haber tomado sus dagas en vez de golpearlo directamente.

—Por favor, permítame —le rogó una vez más.

La piel de Sayen se erizó del repentino escalofrío que la recorrió y abrió sus labios para gritar pero se dio cuenta de que era inútil. Estaba sola, sin ayuda y con un muchacho que tal vez por una sonrisa o por un hobbie la estaba haciendo sentir incómoda. ¿O querría algo más? Sacudió la cabeza de un lado a otro y recurrió a su magia, a su magia que no podría hacerle daño pero sí distraerlo.

8/11

Sayen pensó en su aguará, en el aspecto del animal que podría espantar al hombre pero que no podía ayudar. Pensó en los quetzales que podrían distraerlo pero no estaba segura de que funcionaría y entonces llegó a su cabeza la imagen del pequeño ser debajo del agua. No pudo recordar del todo su forma pero si aquel muchacho había estado allí primero para dibujar a los axolotls, entonces era probable que algo en ellos le llamara la atención. Tal vez el color, tal vez la forma, tal vez lo extraños que eran. Ella podría hacerlo más extraño si quisiera y más llamativo para él, un animal parecido, con manchas en color brillante y un aroma a flores. Sí, podía hacer eso, podía juntar todo lo que ese lugar era en una sola creación que le diera tiempo de escapar o un instante para que la soltara.

Aguará no serviría para ello, los pájaros tampoco, pero algo que lo embelesara sería más que suficiente. Forzó su mente mientras sentía el calor del cuerpo contrario acercarse, la voz suplicante un poco más cerca y el olor del sudor ajeno pegado a su nariz. Pensó en el animalito, le dio forma en su mente, le dio cuerpo con su magia a unos metros de ella y dejó que la magia de ilusión hiciera el resto. Abrió los ojos para ver al muchacho y de pronto los desvió al suelo para fingir un rostro de sorpresa lo más creíble posible mientras sus poderes terminaban de manifestarse y la figura se tornaba aparentemente tangible. Su axolotl era extraño, nada parecido en rostro a los demás, pero se movía de igual manera y era fácil de confundir.

—¡¿Qué es eso?! —gritó para desconcertarlo y el joven dio un sobresalto. Notó de reojo que volvía la mirada a donde ella veía.

Su criatura rosada, que para él tendría que tener el mismo olor fuerte a flores pero condensado, se alzó sobre sus dos patas y se acercó hasta ellos hasta quedar a un lado del joven, elevando la mirada para poder observarlo. Una vez lo viera a los ojos dejaría su magia fluir, pero primero necesitaba que la soltara.

—¿Un axo...?

Sorprendido por la criatura, el hombre aflojó sus manos para poder voltearse hacia el. Los ojos de ambos se encontraron entonces y la magia se activó. Sintió como un frío cuando la ilusión se prestó a hacer los efectos deseados y notó que el hombre se tambaleaba dando unos pasos hacia un lado tomándose la cabeza.

9/11

—Pero, ¿qué...?

Mareado, el hombre cayó de rodillas al suelo sosteniéndose la cabeza mientras la criaturita rosada no le sacaba los ojos de encima, casi como si quisiera hipnotizarlo o algo por el estilo. Sayen aprovechó esa oportunidad y desenfundó una de sus dagas para mayor seguridad antes de acercarse a su ilusión. No sabía exactamente qué estaba pasando, ella no sentía los efectos de su magia en carne propia y no entendía si el aroma a flores más fuerte era cosa de su mente acelerada o de la criatura que le daba la espalda. De todas maneras, no importaba demasiado, después de todo lo más importante en ese momento era salir corriendo.

Casi como si entendiera el mensaje, como si tuviera algo de vida propia salida de su imaginación, el animalito corrió hacia ella y se trepó por su ropa como si realmente le costara esfuerzo. Sayen sólo sintió una condensación de magia subiendo por ella y deteniéndose en su hombro antes de salir corriendo sin decir una disculpa. ¡No necesitaba decirla! Ese hombre se lo había buscado con su forma de tratarla, con su cercanía repentina, por tomarla sin su permiso. Sabía que aquello podría parecer un capricho, un berrinche de una niña que no sabía lo que quería y que se espantaba por cualquier tontería, pero no podía evitar que las cosas horribles que le habían pasado volvieran a su cabeza cuando un hombre alto se presentaba delante de ella o se atrevía a invadir su espacio personal.

Mientras corría sacudió la cabeza, sintiendo cómo su magia se desvanecía mientras los recuerdos le turbaban la mente haciendo su concentración más difícil. Sabía que no tenía que pensar demasiado en eso pero le era imposible, su pasado era aún demasiado reciente, las miradas del barco demasiado frescas y las manos de los guardias aún estaban tibias en su piel cuando todo volvía a su cabeza.

10/11

No quería pensar más ni tener esos miedos que la comían por dentro. Se detestaba por saberse incapaz de manejar ese tipo de situaciones, por tener una magia que aún no podía hacer nada real por defenderla y por saber que por más que la tuviera no podía hacer algo coherente en momentos así. A pesar de que quería tener la figura del aguará para protegerla por el miedo que de pronto sentía, un miedo irracional y que no debería existir, no podía invocar su magia porque apenas intentaba concentrarse la imagen del hombre de recién la transportaba a los meses en el barco donde la amenazaban con hacerle cosas horribles, los años en la casa del señor de Bosco temiendo ser elegida cada noche para ser comida de cama de algún señor y las huidas de cada sitio por miedo a ser atrapada de nuevo.

Eso último la hizo sonreír un poco mientras salía del bosque tras mucho correr y continuaba camino hacia la ciudad sin ganas de detenerse, sin tiempo para quedarse rezagada. Cuanto más distancia pusiera entre ella y el dibujante, mejor. En esos momentos extrañaba mucho a Zalanna, quería verla, quería tenerla a su lado porque con ella era más fuerza, porque con aquella joven a la que consideraba como su hermana sentía que podía hacer frente más fácilmente a las adversidades del camino y que ella la animaba a superar los miedos. Zalana lo había pasado peor pero aún así siempre la había poyado y ayudado, siempre la había consolado cuando cosas como la de recién ocurría y no sabía cómo reaccionar-

—Zaly —murmuró con los ojos de pronto llenos de lágrimas.

Le había dicho que estaría bien por su cuenta pero al final seguía estando igual que antes, huía de cualquier enfrentamiento, temía a cualquier hombre y no parecía haber forma de superar aquel miedo. Y, como si fuera poco, no podía darse el lujo de quedarse en la ciudad protegida de todo, ya había perdido demasiado tiempo, tenía que seguir adelante porque sino no podría volver a ver a Zalanna a los ojos ya que le estaría fallando a su promesa de buscar a su madre.

Se pasó una mano por el rostro, restregándose con fuerza. No tenía que llorar, tenía que seguir andando, llegar a la ciudad, perderse entre la gente y llegar a la posada para darse un largo baño que le sacara el olor a sudor ajeno. Y, una vez tranquila, ya pensaría qué hacer al respecto, cómo seguir, qué paso dar y cómo podía llamar al pequeño ser rosado que podía ahora convocar.


11/11