[Misión E] Nacido para Correr [Zalanna y Nowell]

No quería ser exagerado, pero esa misión le había gritado "¡tómame!" con una voz tan sensual como la palabra construir junto al término go-cart. Es decir, era cierto que Nowell era conocido como el buenazas del gremio, después de todo, sus misiones avisadas eran todas para ayudar a los demás y no se metía en cosas extrañas pese a estar en un gremio mercenario. Sin embargo, así como era conocido por aquello también lo era por ser un mecánico dedicado y, al parecer, un fontanero, plomero o chico de los quehaceres cuando los atolondrados del gremio rompían algo o algún nuevo entablaba una pelea con sus compañeros gritones.

De las pocas veces que pasaba por el gremio para algo más que ver el tablero de misiones, la mitad de ellas se las pasaba arreglando algo y la otra buscando información aunque últimamente esto había sido en vano. No sólo no tenía el dinero para pagarla cuando podía obtener algo de data sino que, además, se le complicaba conseguir algo ya que Bosco había sido tomado por el Imperio en el último tiempo y las noticias de ese lugar no eran demasiadas. Nadie sabía mucho y el que sabía vendía a gran precio la información ya que no tenía sentido arriesgar la cabeza y hablar de más sin ganar algo a cambio.

Así que, frustrado como estaba luego de saber algo de los esclavos y las rutas nuevas que habían armado, decidió que tomaría una misión para comenzar a juntar jewels. Se la había pasado mirando el tablón durante bastante tiempo hasta dar con esa papeleta, el pedido era de un niño por lo que le extrañó que estuviese allí y, por supuesto, todos la habían desestimado por la poca recompensa y porque nadie quería verse involucrado con ese tema. Aún así, Nowell tenía debilidad por los niños y por la mecánica, ¿qué más podía decir? No necesitó pensar demasiado antes de tomar el papel y partir.

La aldea de Tully no estaba demasiado lejos en comparación con otros sitios, por lo que llegó en un día de viaje y justo a tiempo ya que sólo quedaban cinco días antes de la competencia. Como buen recaudo, había decidido no sólo llevar algunas herramientas propias sino también que con él iba Kolfjer, si cánido compañero, que estaba preparado para hacer un buen trabajo en una misión simple aunque se notaba que extrañaba el taller.

Con un suspiro, tras una caricia a su compañero, tocó con su puño la puerta correcta de la calle y esperó a que le atendieran. Unos pasos apresurados fueron hacia la entrada y de pronto abrió la puerta un niño con una sonrisa tan grande que parecía ser el día de su cumpleaños. Nowell le sonrió con tranquilidad y pronto lo invitaron a pasar ya que, como de costumbre, el gremio había avisado que él iba a ir para dejar tranquila a la familia al respecto. Sin embargo, le sorprendió saber de boca de los padres, mientras tomaba un vaso de jugo junto al niño y Kol se echaba a sus pies, que una persona más iba a ir a ayudarlos. Parpadeó sorprendido, agradado con la idea de tener más manos en la obra, y esperó con curiosidad por la llegada de su compañero mientras el niño le mostraba en el patio trasero su destrozado auto de competencia. Nowell se aseguraría de que quedara como nuevo.

Mientras esperaban la llegada de su compañero, Klofjer y él se pusieron a dar vueltas alrededor del automóvil y a escuchar los pedidos del niño. él quería que fuera algo tan bueno como su anterior go-cart, algo llamativo pero que no fuera muy chillón o que no sobresaliera demasiado pues tenía miedo de que los demás volvieran a arruinarle el trabajo. Además, esa vez lo había pagado con el dinero de sus padres, no quería echarlo a perder. Pero, lo más importante de todo, quería poder ganar la competencia para demostrarle a los demás que estaban equivocados. Algo ambicioso, pero bastante correcto.

Aquel chico le parecía ciertamente adorable, parecía tener las cosas bastante en claro pese a su corta edad y buscar mejorar a cada momento. Sin embargo, tenía en cuenta los sacrificios hechos para llegar hasta allí y no desperdiciaba oportunidades, no creía que fuera a olvidar el sacrificio de sus padres por él por el resto de su vida. Esperaba que el auto que hicieran justo a su compañero fuera suficiente para él, por lo que había visto podrían recuperar las chapas externas pero el pequeño auto estaba destrozado más que nada por dentro. Tendrían bastante trabajo pero, según decía el chico, tenía algunas piezas en el garage de su padre que tal vez podrían usar. De alguna manera se arreglarían.

Mientras todo eso pasaba, Klofjer se mantuvo a un lado, con la mirada desviada y acostado a un lado de la caja de herramientas del muchacho como si pasara de todo eso. Nowell sabía que en realidad estaba tanteando la situación ya que era naturalmente desconfiado, pero aún así había permitido que el niño lo tocara algunas veces. Cuando volvió la mirada a él y notó que una de sus orejas se movía hacia la puerta supo que alguien se acercaba.

Se giró hacia la entrada justo para ver a una joven de cabello negro que entraba por allí dando las buenas tardes. No pudo evitar el pensamiento fugaz de que ella era realmente bonita y se llevó una mano a la nuca para espantar esas palabras. No tenía que desconcentrarse. Hiro, por su parte, dejó de hablar con él y corrió a ella para abrazarla, diciendo su nombre con ánimos. Aquella forma de ser del niño le estaba encantando a Nowell y se le plantó en el rostro una sonrisa algo dulce.

Cuando la muchacha se presentó tras las bromas, se acercó a ella limpiándose las manos en el pantalón e inclinó un poco su cabeza a modo de sutil reverencia.

—¡Lanna, él es Owe! O-we-ja.

Hiro le arrebató cualquier opción para presentarse y al mago se le escapó un resoplido de gracia mientras ponía los ojos en blanco.

—Al parecer Hiro tiene una fijación con las ovejas, hagamos de su go-cart una oveja —propuso lanzándole al muchacho una falsa sonrisa malvada.

—¡Eso no es justo!

—Claro, claro —lo desestimó moviendo una de sus manos para espantarlo, sonriendo con burla antes de volver sus ojos a la muchacha. Sus ojos dorados le llamaron la atención y le trajeron recuerdos que no quiso tener, por lo que pronto se dio la media vuelta y se volvió a dirigir hacia el auto—. Mi nombre es Nowell.

—No-we-ja. Oveja —reclamó Hiro con una risa que se le contagió.

—Y ese de allá —agregó señalando al perro con plumas—, es Klofjer. Es un placer, señorita Lanna —dijo al llegar a un lado del go-cart y girándose hacia ella antes de apoyar una mano en el capó—. Vamos a tener una largas horas de trabajo, espero que nos llevemos bien —agregó con un guiño.

Klofjer, al ser el centro de atención de la joven por un segundo, desvió la mirada para no desafiarla ni darle un mal aspecto aunque no se acercó para que lo acariciara sino que simplemente olió el aire cerca de ella y nada más. No era un animal muy sociable y al mago le sorprendió que no se hubiese levantado para retirarse en silencio a un punto más alejado, tal vez era porque el animal esperaba las órdenes de Nowell. ¿Sería eso? Bueno, Klof siempre fue aplicado en el trabajo por lo que no le sorprendería algo así.

Escuchar que ella le preguntaba por la pronunciación del nombre de su mascota le sorprendió y soltó una risita mientras volvía sus manos al auto y abría el capó para poder observar el motor que era lo más golpeado de todo.

—Klofjer —repitió con lentitud para que ella pudiera escucharlo y luego comenzó a sacar unas piezas rotas y flojas que estaban cerca, dejándolas en el suelo.

Era una suerte que los padres del niño hubiesen dejado el auto en una plataforma separada del suelo, con el espacio que quedaba podría meterse debajo y sacar las piezas necesarias sin necesidad de utilizar un "gato" para eso.

—Col, como la verdura —repitió Hiro acortando mal el nombre del animal y Klof soltó un bufido.

—El lobo te va a comer —le advirtió Nowell con una sonrisa socarrona y volvió su atención a la bella muchacha de ojos dorados. Su comentario lo hizo revisar sus pintas y dio un pequeño salto en el lugar al notar que los pantalones que había llevado tenían unas obvias manchas de grasa en la parte inferior—. Ah, qué desastre —dijo mientras se revolvía su cabello en una coleta.

Ahora entendía por qué los padres del niño lo habían mirado raro apenas llegó. No daba la impresión de alguien muy aplicado.

—Me he dejado al descubierto solo —comentó con un resoplido de gracia ante la joven—. En mis ratos libres hago de mecánico, así que puedes confiar en mi para esto —aseguró con una sonrisa antes de apoyar sus manos a cada lado del motor, inclinándose para ver mejor—. Primero que nada debemos desarmar la carrocería para poner todo a punto, el padre de Hiro tiene herramientas y yo he traído mi caja. Puedes agarrar lo que necesites, ¿está bien si te dejo aflojar el vidrio y las luces? Si son pesados para ti, no las quites.

Era más una recomendación, tal vez la muchacha tenía más fuerza de la que él creía y podía hacer el trabajo sola. Por si acaso, estaría atento a ella. Volvió entonces si mirada a Klofjer y con sólo decir la palabra "llave cruz" el animal se puso de pie, con una de sus garras destrabó al caja y tomó la herramienta indicada para llevarla hasta sus manos. Nowell en seguida puso manos a la obra.

Con Hiro ayudando y ellos dos trabajando, Nowell estaba seguro de que podrían terminar el trabajo antes de lo pensado. Fue por eso que decidió quitar las ruedas, para tener mejor acceso a todo el auto y poder pintarlo por completo, además, la cubiertas parecían algo gastadas y las tapas rayadas por lo que tendrían que darle un mantenimiento también. ¡Eso podría ser muy divertido! Le encantaba desarmar y volver a armar cosas, más aún si podía mejorarlas para el bien de alguien.

Había cerrado el taller por unos días y no dejaba de hacer trabajo como allí, a veces se preguntaba si era alguna especie de maniático de la mecánica o si acaso simplemente era su verdadera profesión. Daría lo que fuera por poder dejar de ejercer de mago y seguir con el taller, con esa vida rutinaria y tranquila donde los clientes era lo peor que podían pasarle pero en al que podía hacer lo que el gustaba. Pero no estaba haciendo todo eso porque tenía una meta, una razón de existir y una promesa que cumplir. No le fallaría a Werner.

Mientras Lanna y el pequeño se encargaban de sacar todas las piezas, Nowell quitó las cuatro ruedas y las puso a un lado para encargarse de ellas luego. Son esa de por medio, observó los asientos algo marcados y el motor destrozado bajo el pequeño capó trasero, al parecer habían sacado la tapa para romperlo. Una maldad adrede. La carrocería base estaba intacta y sólo había notado un amortiguador roto por lo que pondría manos a la obra en lo más importante: el motor.

Al ver las piezas notó que el filtro de aire estaba completamente cortado y el de aceite quemado, como si lo hubieran pinchado con tenazas de fuego. Además, el radiador estaba abierto en un lado y algunas piezas mas pequeñas estaban melladas. Podía reemplazar alguna de esas cosas con lo que tenía en la caja pero de los filtros necesitaría repuestos.

—Iré a buscar unos filtros entre las partes viejas —le dijo a los dos jóvenes sin verlos se al volver la mirada a ellos decidió darle una tarea más—. El motor es lo más dañado, las ruedas también. Si lo recomponemos podemos encargarnos de darle un nuevo aspecto al go-car así que, ¿les parece bien si les encargo las ruedas? Yo veré cómo solucionar el motor, me gustaría darle una mejora en las bujías para que consuma menos. Servirá mejor para aguantar las vueltas.

Hiro pareció de acuerdo con eso y dio un gran asentimiento. Fue lo único que necesitó Nowell antes de irse directo hacia el garage del padre del muchacho, pero para hacerlo pasó detrás de la muchacha de cabello negro y le dio una palmada en un hombro.

—Te dejaré las decoraciones a ti —le avisó ya que ese no era su fuerte.

Tardó un poco de tiempo en encontrar las piezas que buscaba, pero se sorprendió ante la calidad y el buen estado de los filtros así como lo bueno del radiador. No pensaba que el chico fuese a tener algo así guardado, se veía que sus padres ayudaban mucho a esa tarea y que anquea sólo fuera un niño se tomaba eso en serio. Si él quisiera podría ser un corredor profesional cuando fuera grande, un gran símbolo de su aldea y alguien que destacara. Se notaba que tenía pasión por lo que hacía y eso le agradaba.

Cuando tuvo todas las cosas a mano, se atrevió a tomarse un poco más de tiempo a buscar unas bujías grandes y con mayor resistencia para ayudar al motor. Si con eso podía consumir menos, Hiro tendría una ventaja mayor y de seguro podría ganar la competencia. Incluso si luego modificaba el auto, tener en su espalda una victoria así lo ayudaría a impulsarse más en el futuro. Pero para ello tendría que tener más potencial mágico porque si bien los go-kart funcionaban en parte a lácrima, el real "combustible" no era otra cosa que la magia del humano que lo manejaba. Tendrían que tener cuidado con eso, era por esa razón que Nowell quería usar las bujías mágicas a su favor.

Cuando consiguió todas las partes que quería, volvió al patio y se encontró a Klofjer sentado delante de la puerta esperándolo. Sus miradas se encontraron y el "perro" volvió la cabeza para señalar algo a su espalda. al ver lo que ocurría, notó que Lanna y Hiro habían empezado con la parte de pintura del auto. Los vio con las manchas en su cuerpo pero la alegría en los ojos y soltó una pequeña risa mientras se acercaba.

—Ustedes sí que saben pasarlo bien —le dijo con ánimos apoyando las cosas en la mesa donde habían dejado el motor. Entre esos dos podían levantar algo así, lo que no se esperaba era que lo hicieran tan rápido. ¿O él habría tardado demasiado en volver?—. No te preocupes, Lanna, ha sido una buena decisión —la tranquilizó con una sonrisa amable—. Si quieren ustedes dos pueden ir por las llantas, si es que el pequeño quiere ayudar —agregó mirando a Hiro.

El niño pareció debatirse un momento pero al final decidió que se quedaría para terminar de pintar y que así no se secara demasiado la primera mano de pintura.

—De acuerdo, entonces, Klofjer —llamó al animal y en seguida lo tuvo a su lado meneando su cola hecha de plumas—. Acompaña a Lana y ayúdala, ¿de acuerdo?

El animal soltó un ladrido alto y se dirigió a la maga, girando alrededor de ella para animarla a iniciar el camino. Cada tanto se detenía y miraba a Nowell, que asentía para asegurarle que se quedara con ella. Klo tomó a la maga por su remera con los dientes y tiró de ella para apresurarla.

Al ver a Lanna y Klofjer juntos, Nowell comenzó a replantearse si ellos dos podrían llevar desde el taller hasta allí las llantas. Es decir, no pesaban demasiado para él que estaba acostumbrado a cargarlas, pero para una muchacha de la contextura de la muchacha y tan delgada de seguro podría ser pesado. Sin contar que su compañero canino apenas podría arrastrar dos si las llevaba enganchadas a su correa, aunque eso haría que las rayara en el proceso. Comenzaba a arrepentirse de la idea y abrió la boca para detenerlos, pero Lanna se giró hacia él con una sonrisa antes de partir y las ideas se le volaron de la cabeza.

Aquella sonrisa, aunque simple y sin mensajes confusos, le pareció tan nostálgica que se quedó congelado en el lugar mirando a la salida incluso cuando ya se habían ido. Tenía la sensación de que había visto ese gesto en otro lado, su mente sabía exactamente cuándo y dónde pero no se permitió recordar en ese momento su pasado pues no podía poner una cara amarga que pudiera apagar los ánimos del niño a su lado.

Sacudió la cabeza para volver al trabajo y entonces se encontró conque Hiro ya no estaba cerca del auto sino a un lado suyo. Lo miró sin entender y en el rostro del niño se apareció una enorme sonrisa burlona.

—A la Oweja le gusta Lanna —canturreó en un claro intento de burlarse de él.

Nowell puso los ojos en blanco y le pasó una mano manchada con grasa por al cara a Hiro. Él retrocedió, quejándose, pero el mecánico lo ignoró. Se le escapó una sonrisa mientras ponía manos a la obra y dejaba que los pensamientos pasaran por su cabeza sin prestarle atención. Un pequeño no entendería lo complejo de su situación, no podría entender que no era que le gustara sino que le recordaba a alguien de su pasado a quien extrañaba. No iba a negarlo, Lanna era una mujer bonita pero... sus ojos tan parecidos a su "hermana" movía cimientos que él no estaba listo para tocar aún.

Se enfocó tanto en su trabajo que el paso del tiempo le pareció demasiado acelerado. El motor, antes de que se diera cuenta, estaba a punto y sólo faltaba colocarlo para poder probarlo. Comprobó que cara pieza estuviera bien ajustada, que todo ese encontrara regulado y aceitado, que no faltara ni un tornillo. Mientras tanto, Hiro se había encargado de pintar con diligencia la chapa decorada e incluso se había entretenido pintado lo soportes de un cargado amarillo que destacaba entre el nuevo blanco y el negro viejo de la carrocería.

El go-kart quedaría genial, sólo faltaban... La puerta se abrió entonces y el padre de Hiro apareció junto con Zalanna y Klofjer. Su lobo entró empujando con la cabeza una llanta mientras los otros cargaban las demás. El mecánico se quedó en silencio, observando la situación y se acercó apresurado a Lanna cuando ella se desplomó.

—¿Estás bien? —le preguntó agachándose a su altura, notando que ella estaba algo sudada y agotada—. Lo siento, era demasiado pesado, no lo pensé cuando te pedí que fueras por las llantas —se disculpó inclinando un poco la cabeza hacia adelante.

¡Estaba hecho todo un tonto como para enviar a una muchacha a ese trabajo pesado! Mientras hacía eso, Hiro se puso a gritar de la emoción por sus llantas nuevas y daba vueltas alrededor del auto con un rostro de maravillas. Aún faltaba montar todo y acomodar las luces para terminar, pero luego de eso y de una limpieza en los asientos estaría como nuevo.

—Aún queda un poco de trabajo, ¿quieres descansar un poco mientras me encargo del resto? —le preguntó con curiosidad.

Klofjer, entonces, como si estuviera demasiado contento como para aguantarlo, fue corriendo hacia Nowell y lo empujó con el morro. El muchacho lo miró con los ojos entrecerrados.

—Quieto, chucho, que te has tomado el trabajo más fácil —lo regañó. Klofjer sólo le ladró, inclinando su cuerpo como si hiciera una reverencia para invitarlo a jugar.

A pesar de que le dio la opción de descansar, la muchacha decidió que podía hacer eso después y se puso de pie. Nowell la observó sin quejarse e hizo lo mismo, si ella quería seguir adelante no era quién para detenerla pero le tendría un ojo encima por si se agotaba de pronto. Estaba seguro de que cargar con tres llantas dejarían cansado a cualquiera, más estando fuera tanto tiempo. No sabía exactamente el tiempo que había pasado, pero si el niño había terminado de pintar el auto estaba seguro de que al menos había pasado una hora.

Cuando sus ojos se encontraron de nuevo, con la decisión escrita en ellos, el mago desvió de nuevo al mirada al go-kart para apartar la sensación de familiaridad que aquellos ojos le provocaban y se fijó en lo que quedaba. No era demasiado y pronto podrían volver a casa, si todo funcionaba bien no tendrían demasiados inconvenientes a partir de allí por lo que se suponía que no tardarían más de una hora en terminar. Con suerte, Hiro ganaría la carrera que se acercaba con ese hermoso automóvil.

Antes de que pudiera decir algo, ella se ofreció a colocar las luces y se puso con ahínco a realizar esa tarea. Nowell la observó, entretenido, y tras un resoplido decidió poner las cosas de su parte. Le indicó a Klofjer que llevara algunas herramientas a un lado de la zona del motor y cargó con el corazón del Go-kart para poder colocarlo en donde pertenecía.

—Tras las luces, encárgate del exterior. Hiro y yo colocaremos las ruedas y las llantas —le indicó a la joven sin verla mientras se ponía a trabajar en la colocación y conexión del motor—. Luego, lo prenderemos, la primera vez que encienda el motor debe estar perfecto en todos sentidos, ¿verdad?

Los ojos de Hiro, que los observaba con ánimos desde lejos, brillaron con esperanza y asintió una vez con alegría. Cuando las cosa estuvieron todas a su lado, Klofjer se retiró y se echó a un lado de la caja de herramientas hasta ser necesitado de nuevo.

Nowell colocó con diligencia el motor, se encargó de que cada pieza, tuerca y cable estuviera en su sitio para estar tranquilo de que todo debería funcionar. Una vez terminó, ajustó la base, calibró la altura y dio por finalizado el trabajo colocando la cesta de protección alrededor del motor. Una vez eso estuvo listo, fue a por las llantas para colocarlas en las ruedas antiguas a fin de poder darle al auto sus "piernas" de nuevo.

Mientras se encargaba se desarmar las llantas viejas y colocar las nuevas, de tanto en tanto el muchacho observaba a su joven compañera en su labor. Sin ayuda de nadie había logrado conectar las luces correctamente, probándolas antes, y todo parecía tan bien colocado como si lo hubiera hecho un experto. ¿Se dedicaría ella a algo relacionado con la iluminaria además de ser una maga? La curiosidad se despertaba en él pero no debía perder la cabeza en pensamientos sin sentido, tenía que enfocarse en su tarea.

Junto a Hiro, que no podía dejar de ayudar, pronto tuvieron las ruedas preparadas, limpias y enceradas. Le sacaron a las llantas las tapas, lo que les permitió poder dejar las zona de tuercas al descubierto y con mayor acceso, aunque se dieron cuenta en ese momento que tendrían que usar una llave que él no tenía para atornillarlos. Hiro se ofreció a ir a buscar el correcto y entró corriendo a la parte del talles. Nowell lo vio alejarse y decidió que se tomaría ese momento como un descanso.

Se quedó sentado en el suelo y entonces notó el trabajo que Lanna había hecho. ¡Fantástico! el trazado de escamas sobre la pintura blanca y negra, el detalle de los faros delanteros, ¡era genial! Esa chica sí que sabía cómo decorar un auto. Le parecía una muy buena idea, era como un enorme reptil que se comería a los demás participantes, aquel era un concepto muy bueno para la carrera.

Iba a llamar a la joven para felicitarla cuando se dio cuenta de que, en su abstracción, ella se había acercado. La miró, ladeando la cabeza, y sintió que la sonrisa se le congelaba en el rostro. ¿Ella lo estaba invitando a tomar algo? Parpadeó algunas veces seguidas, confundido porque por lo general la situación era a la inversa, y la observó sorprendido escuchando cada una de sus palabras.

Esperen, esperen, momento, necesitaba recalcular. Él era el que invitaba a las muchachas a una copa, no era al revés. No, ¿qué estaba diciendo? Con las pintas que tenían no podrían ir a algún sitio, Lanna estaba en lo correcto, pero... Sacudió la cabeza de un lado a otro y se rascó la nuca en un gesto contrariado.

—De acuerdo, pero yo invito —le dijo volviendo la mirada a ella tras haberla desviado un momento—. Será mi forma de compensarte por hacerte cargar con las llantas —dijo al final guiñándole un ojo.

Hiro volvió al patio con las herramientas en mano y pronto se pusieron a trabajar. En unos cuantos minutos tenían todas las ruedas colocadas y el auto estaba al fin completamente armado. Hiro, animado, sacó las llaves de un bolsillo y se sentó en el lugar del conductor. Encajó la llave, hizo contacto, pisó los pedales correctos. Se quedó quieto un momento, como sin saber si debía animarse o no, Nowell lo animó con una palmada en un hombro y el pequeño giró la llave.

El ronroneo del motor inundó el patio, al pisar el acelerador las ruedas se movían. Le dirección respondía ante el volante y el go-kart se veía mejor que nunca. Hiro apagó el motor y salió del auto gritando, saltando y haciendo vítores mientras aseguraba que iba a ganar la carrera.

Los magos ahora podían dar el trabajo por terminado.