[Misión E] Encuentra al niño perdido

— ¡Woaaaaah!

Con una mano en su cadera y la otra sobre su frente para bloquear la luz solar que le daba a sus ojos, Lionel admiró las extensas llanuras que se perdían en el horizonte. Él había vivido en bosques al pie de las montañas en el pasado y, tras eso, había viajado algunos días por el mismo tipo de terreno antes de encontrar Pegasus Village. Los lugares como aquel le fascinaban, no importaba cuántas veces los viera.

La paz que se despedía de los amplios campos con césped moviéndose bajo una brisa calma, los cultivos y algunas casas aisladas, daban ganas de transformarse en lince y correr hasta que no le dieran más las patas.

Pero no podía distraerse, estaba en una misión y no era una en solitario. Era la primera vez que partía con una de los miembros más recientes de Blue Pegasus, Artemisia. Desde que habían iniciado el recorrido la había llamado Temis, porque su nombre era simplemente demasiado largo para su agrado, y aunque ella no había proferido demasiadas palabras él no necesitaba que ella fuera extrorvertida, pues él lo era por los dos.

—¿No es genial, Temis? El día está excelente, la brisa a nuestro favor y el sitio es amplio. Ideal para patear traseros y rescatar a un niño.

Se lo encontraba animado, demasiado, tal vez porque hacía mucho que no salía del gremio y viajaba un poco. Sus compañeros solían estar ocupados, como todos los magos que por allí se paseaban, por lo que encontrar a alguien que le diera una mano en su trabajo, incluso si era la tímida Artemisia, era un alivio.

—¡Levante la mano quién está listo!

añadió al final sonriendo de oreja a oreja, haciendo que sus orejas de lince se moviera un poco por el entusiasmo, elevando un puño al cielo e irguiendo incluso más su figura. Nada podría arruinar aquel día.

Antes de poder darse cuenta, ella estaba partiendo desde Pegasus Village con Lionel, uno de los miembros de su gremio que más le había llamado la atención por dos razones simples: su forma de vestir y las orejas que tenía en la cabeza. No podía evitar pensar que aquel accesorio, por decirlo de alguna manera, era un tanto tierno y casi no podía imaginarse a su compañero de misión sin ellas. Había estado un tanto fascinada por cómo las orejas se movían revelando estados de ánimo del muchacho o demostrando hacia dónde fijaba la atención. ¡Aquello era simplemente fantástico!

Cuando una brisa corrió por las llanuras, revolviéndole su pelo suelto, la muchacha se sacó el pelo del rostro y volvió la mirada a su compañero. Pese a que se le daba mal socializar con tanta facilidad como Lionel, él se encargaba de mantener los ánimos altos por los dos y eso parecía haberle agradado a su loba Kon que le movía la cola cada vez que lo veía mientras Shu parecía un poco más desconfiado y reticente a bajar la guardia.

Kon soltó un ladrido desde el suelo, como siguiendo la orden de levantar una mano aunque ella no tenía una y la maga la levantó con cuidado para volver a meterla en su mochila. Sería mejor que ella se quedara allí con su hermano, no quería que nada les pasara.

—¡Yo! —respondió con una suave sonrisa y elevando la mano un poco por encima de su cabeza.

Creía que los ánimos de Lionel eran un poco contagiosos. Se acercó a él con tranquilidad y sacó de un bolsillo un mapa que había hecho con la información que les habían dado. Observó el sol y ubicó pronto los puntos cardinales.

—He estado pensando en el viaje —comentó con una voz tranquila y un poco más baja de lo normal—: según el mapa físico, hacia el oeste hay una zona de depresiones dentro de la llanura mientras que la expedición de los niños que regresaron fue hacia el noroeste. ¿Podríamos empezar por el oeste entonces? —propuso volviendo sus ojos a él un instante y desviándolos después al mapa de nuevo.

Lionel se acercó a la muchacha y observó el pequeño mapa que llevaba entre sus manos. No tenía idea de dónde estaban ni de hacia dónde tenían que ir, pero lo mejor era deshacerse de los bandidos que habían secuestrado al pequeño perdido antes de que la familia fuera obligada a apresusrar el pago, ese era su trabajo, después de todo.

—Buena idea —le dijo, aunque claro, no es que tuviera alguna mejor entre manos—. ¡Andando! Ah, pero estemos con los ojos bien abiertos —añadió al final como advertencia, no tenían muchas experiencias en misiones y había una vida en riesgo, estaba bien ser lanzados pero nunca estaba de más un poco de precaución.

Comenzaron a andar a buen ritmo a través del gran campo, atravesaron unas plantaciones y llegaron pronto a la zona de desniveles del cual Artemisia había hablado. A medida que se iban acercando al objetivo, o donde creían que lo estaba, el muchacho comenzó a hablar menos, a soltar comentarios más acotados y más espaciados.

—¿Sabes lo que me molesta? —dijo en un momento tras un largo silencio—. el que este sitio sea tan descampado. No hay lugar donde cubrirse ni ocultarse. También juega a nuestro favor, por supuesto pero me siento... algo incómodo.

Una perdiz salió volando tras un pastizal, llamando la atención del muchacho, que soltó un suspiro y se relajó para continuar con la marcha. No había nada allí ¿Estarían en el sitio correcto? Ni árboles, ni casas, aunque parecía haber una zona de plantaciones abandonada lo cual no decía mucho más que la tierra sin cuidar.

—¿Tal vez nos equivocamos? —expresó el muchacho removiéndose los cabellos, con una mano en la cintura, un tanto preocupado.

Asintió una vez y comenzó a seguir a caminar junto a Lionel para marcar el camino. Ella era la que tenía el mapa y no sabía si el muchacho podía ubicarse con facilidad en ese tipo de lugares, a ella no le resultaba del todo fácil pero entendía más o menos qué hacer gracias al tiempo que había vivido con su familia. Sacudió la cabeza para no pensar mucho en ello y no distraerse, por lo que siguió caminando junto a él.

No tardaron demasiado en atravesar el campo para llegar a la zona de desniveles. Allí la humedad era más presente y se veían bien marcado los lugares donde el agua solía acumularse cuando llovía. Algunos bicho volaban alrededor de ellos y podía sentir la tierra más húmeda cuando estaban cerca de un desnivel profundo . Aquello le parecía maravilloso y el cómo la naturaleza se moldeaba era increíble tanto como los campos adaptados a ese terreno.

La pregunta de Lionel le hizo ladear la cabeza y su respuesta logró que asintiera una vez más. En todo el camino no había dicho muchas cosas, más que nada porque no sabía a veces qué podía acotar, pero en ese momento no podía más que darle la razón al muchacho. Estar tan al descubierto y en medio de una misión era algo que la ponía nerviosa. En parte su silencio podía deberse a eso.

La perdiz que salió volando la hizo dar un respingo y mirar alrededor. No parecía haber nadie más allí. Se llevó una mano al pecho antes de suspirar con tranquilidad.

—Estoy segura de que estamos yendo en la dirección correcta —le dijo volviendo a chequear el mapa al mismo tiempo que su mochila comenzaba a moverse con inquietud y un gemido triste escapaba de allí—. Dame un segundo.

Artemisia se agachó en el suelo y sacó de la mochila a los dos lobitos. Kon, la negra, fue rápidamente hacia Lionel y le ladró moviendo la cola mientras que Shu, el blanco, salió con mayor tranquilidad y arrastrando desde dentro de la mochila los guanteletes de la maga. Temis lo observó sin entender el porqué de aquello, pero le hizo caso y se puso los guantes rápidamente. Una vez con la mochila en su espalda, volvió a erguirse y a mirar alrededor.

—Ellos están nerviosos, puede que haya algo cerca —le dijo a su compañero oteando el horizonte y entonces volvió su mirada a él, la pasó a Kon y se llevó una mano a la nuca—. Lamento lo de Kon, está entusiasmada.

La lobita, al escuchar su nombre, soltó otro ladrido corto.

Lionel oteó a su alrededor tras que Artemisia afirmara que estaban en el sitio correcto. Confiaba en ella y en sus direcciones y no creía que se hubieran equivocado de sitio si ella, tan tímida como era, no daba una respuesta llena de dudas.

Un ladrido hizo que volviera sus ojos color miel a la muchacha, los dos lobitos que siempre portaba con ella habían salido de su mochila y la negrita estaba ladrándole animada mientras que el blanco le daba unos guantes de batalla a su dueña. Desde que la había conocido que esas criaturitas le habían llamado la atención. No eran espíritus estelares ni tampoco fantasmas sino "otra cosa" salida desde la magia de la muchacha. Era algo muy curioso que no había visto con anterioridad pero no se sorprendía, él era capaz de cambiar su cuerpo en los de animales, después de todo, la magia parecía no tener un límite y eso le encantaba.

—No te disculpes por eso, ya te he dicho que me parece adorable— rió el muchacho mientras tomaba a la pequeña canino en su mano y la ponía en su hombro, haciéndole un par de caricias tras eso—. No veo nada anormal, empecemos a buscar.

Los animales siempre tenían mejores instintos que el ser humano, él lo sabía mejor que nadie. Cuando los ojos no podían ver algo ellos lo sentían de alguna manera, oído, olfato o sólo intuición. A los lobitos se les agregaba que eran espíritus, por lo que tal vez podían sentir cosas que ellos no.

También por instinto el muchacho comenzó a caminar en una dirección cualquiera, aquella en la que su corazón decidió que era la correcta. Sus ojos no veían nada fuera de lo usual, al menos en ese campo abandonado. Elevó las orejas, atento, tal vez se estaba perdiendo de algún detalle por darle tanta importancia a lo que veía... O tal vez era el sitio equivocado después de todo.

Estaba claro que alguien que podía transformarse en animales y que los amaba tanto, según las historias que había escuchado, no tendría problemas con estar en contacto con su loba pero aún así a Artemisia le preocupaba que molestara. Era la primera misión real que hacía y la primera vez que salía con aquel muchacho, no habían hablado mucho, no conocía cómo trabajaba y le preocupaba ser un estorbo. Él tenía más tiempo en el gremio y de seguro podría manejarse un poco mejor que ella en esas situaciones, no quería estar en medio de su camino ni que sus compañeros caninos resultaran un estorbo.

Shu se mantuvo en el suelo, con la cola en alto y una actitud atenta, mientras la maga asentía una vez estando ahora un poco más tranquila. Kon se acurrucó contra Lionel y se quedó allí aprovechando sus garritas para engancharse a la ropa del mago. Cuando el joven comenzó a caminar, Artemisia lo siguió un poco por detrás para poder notar hacia dónde iba, al parecer no tenia rumbo fijo y sólo estaba andando por andar; no que quedarse quietos los fuera a ayudar de algo.

Temis lo siguió en silencio, la figura de Shu se perdía en el pastizal y de vez en cuando ella volvía la mirada para ver las reacciones del lobito. El animal seguía un rastro, posiblemente de algún otro animal, y la maga lo dejó estar hasta que escuchó que él soltaba un ladrido alto para llamarle la atención. Reconocía el sonido porque se trataba de un tono alto, firme, corto. Se detuvo y volvió sus pasos para encontrar al lobo que estaba sentado con cara triunfante sobre unas pisadas marcadas en el barro.

Artemisia se agachó, notando que la tierra ya estaba seca y que posiblemente esa huella fuera de hacía algunos días atrás. Podría ser de algún viajero o trasunte por esas tierras aunque la posibilidad fuera baja. Levantó a Shu con sus manos y volvió la mirada a Lionel.

—Hay una huellas viejas aquí —le avisó mirando alrededor—. Puede ser de un viajero, después de todo no veo alguna casa por aquí —dijo en voz alta pero la última palabra casi la cortó al final cuento notó un aljibe a unos largos metros a la distancia—. Lionel, no hay pozos de agua sin casas cerca, ¿verdad? —le preguntó señalando al lugar con el mentón y sorprendida por el hallazgo.

Por lo que sabía, los pozos como ese solían estar cerca de pueblos pequeños o casas solitarias en el campo. Observó la tierra a su alrededor, el paisaje y de nuevo tuvo una sensación extraña.

El muchacho se acercó a la joven para ver al lobo y a las huellas que parecían enormes comparadas con el tamaño del pequeño. Puso un gesto pensativo y soltó una onomatopeya mientras intentaba ver hacia dónde se dirigían las huellas de calzado humano, sin embargo tenía que darle la razón a Temis con que posiblemente se tratara de un viajero. Más allá del aljibe que la muchacha había notado en unos cuantos metros no había nada más alrededor que denotara que en algún momento pudo haber alguien viviendo en ese lugar.

—Puede que esté abandonado y la casa la hubieran tirado abajo. Puede que siquiera hayan podido construirla.

El pozo se veía bastante reciente, al menos desde esa distancia, tal vez era uno nuevo y pronto se harían los cimientos de la casa. Las pisadas podían ser del dueño de los terrenos, un arquitecto o algo similar que venía a inspeccionar al lugar o, de lo contrario, algo había sucedido para que la casa que allí supuestamente debía encontrarse ya no estuviera más. No había siquiera indicios de que allí hubo una construcción de antaño ¿de verdad la naturaleza podía tragarse algo como eso? No, la opción más razonable era la primera

¿Pero en qué estaba pensando? Había dejado que su mente divagara en cosas que no debían importarle. Ellos estaban allí para rescatar a un niño secuestrado, no para hacer un trabajo de arqueología. La única pista que tenían, sin embargo, eran las huellas y, aunque no podían asumir que eran de los secuestradores, tampoco era una mala idea ver hacia dónde iban. En primeras cuentas, señalaban en dirección al pozo.

El muchacho comenzó a caminar con seguridad, dio al menos unos diez pasos y de repente su rostro dio contra algo invisible. Chocó contra una pared que no podía ver con tanta fuerza que cayó sentado en el suelo con Kon a su lado. Soltando una queja de dolor el muchacho flexionó las rodillas y se tomó la cabeza con una mano. ¿Qué era lo que había pasado?

—¡Lionel!

Al ver que el muchacho que se había adelantado chocaba contra una pared que no podían ver, se acercó corriendo a él y se agachó a su lado para ver si no se había lastimado. La tonta pregunta de "¡estás bien?" no salió de sus labios porque había notado que él se dio un golpe grande y no necesitaba preguntar sobre su estado. Al menos no le sangraba la nariz aunque tenía la punta un poco rojiza. Le regaló una sonrisa tranquila y se puso de pie.

Al lado del aljibe no había nada más que tierra con pasto, todo era del mismo tono que alrededor y no parecía que hubiese algo extraño allí ni mucho menos. Se veía natural pero tenían delante de ellos algo que no los dejaba avanzar. Temis se puso de pie y apoyó una mano sobre la pared invisible. Estaba claro que aquello era magia, la sensación que le daba no era la de un vidrio o algo por el estilo, sino que incluso podía sentir las vibraciones de la pared productos de una magia poderosa.

¿Qué era aquello? ¿Una magia de ilusión de rango muy alto o magia reflectora que jugaba con la luz? ¿Otras magias podría hacer algo así? No estaba segura, no tenía tiempo de descubrirlo ni intenciones de hacerlo porque la meta era otra: encontrar al niño. Y, si en medio de la nada, una pared les evitaba el paso entonces de seguro allí había algo importante.

—¡Shu! —dijo la maga y el lobito blanco se acercó corriendo hacia la pared. Al mismo tiempo, ella sacó dos cartas de su bolsillo y las unió. El carro y el sol resplandecieron un momento.

En medio de los pasos, el animal cambió de forma y obtuvo un tamaño enorme. Era alto casi como la maga y tenía un largo de casi dos metros y medio de largo. El animal no produjo un sonido y se lanzó contra la pared invisible, golpeando contra esta con fuerza y levantando una nube de polvo al caer al suelo que empezó a dejar más clara la forma de la pared.

Shu se sacudió y volvió a intentar golpearla. Si aquello no lo derrumbaba entonces al menos llamaría la atención de las personas dentro.

técnica:

El dolor desapareció tan rápido como había llegado, no había nada por lo que alarmarse, simplemente había chocado contra algo que no podía ver. Observó a Artemisia a su lado con una sonrisa de disculpa, dejando en claro que se encontraba bien, y tomó a la atontada de Kon para volver a ponerla sobre su hombro, disculpándose por su torpeza.

Entonces se vio obligado a apartarse de un salto hacia atrás cuando Artemisia, de repente, hizo que su lobito blanco creciera hasta casi alcanzar su tamaño, tomando la forma de un canino amenazante. Lionel lo observó anonadado y silbó con sorpresa, separando sus piernas al ver que el gran lobo impactaba la pared invisible y hacía que se removiera toda, pudiendo vislumbrar vagamente su forma por unos segundos. El segundo impacto hizo mover toda la estructura y el tercero ya dejó en claro que en realidad el muchacho había chocado con el lateral de lo que parecía ser una casa o un granero. Aquella magia debía ser de ilusión o algo por el estilo y, si no querían que aquello se viera o fuera descubierto, entonces era porque tenían una buena razón para ocultarlo.

Las embestidas no tiraron la casa abajo, pero sí llamaron la atención lo suficiente para desmantelar la fachada invisible, dejando al descubierto una cabaña de madera abandonada y roída, y hacer que dos hombres salieran por la puerta de entrada.

—¡Nos encontraron! —Asumieron enseguida haciendo que Lionel dedujera que no tenían nada bueno entre manos, teniendo que ver con la misión o no.

Ambos se prepararon para atacar y apuntaron a Artemisia y su gran lobo por estar mas cerca, aquello desató todas las alarmas en el joven de cabellos dorados.

—¡Ah, no! ¡De eso nada!

El muchacho tomó con algo más de brusquedad de lo que le hubiera gustado a Kon y se la lanzó a Artemisia antes de salir corriendo en dirección a aquellos hombres sin medir las consecuencias. Uno de ellos, con un movimiento de su mano, lanzó un disco de aire a toda velocidad. Lionel saltó hacia adelante a último momento, antes de que tocara sus piernas, y en medio del  aire tomó la forma e un lince que tocó tierra con sus patas delanteras y no detuvo su camino. La velocidad y agilidad felina le permitieron acortar la distancia a cero y saltar sobre el pecho de uno de los hombres, con las garras al descubierto y mostrando los dientes.

Técnica usada:

A medida que el lobo atacaba con embestidas aquella cosa invisible, la forma de esta comenzó a ser cada vez más clara. No se trataba aquello de un domo ni nada parecido, sino que lo que estaba oculto tras ese manto de invisibilidad era nada más y nada menos que una casa, una estructura perecida a una choza que se mostró de un momento a otro cuando los golpes del lobo derrumbaron el hechizo.

Artemisia se quedó sorprendida observando la edificación, con sus ojos abiertos de par en par y la sorpresa grabada en el rostro. No podía creer que al fin hubiesen dado con un lugar que, si estaba oculto y salían de él personas agresivas como aquellos hombres, estaba claro que no sería simplemente la casa de un granjero. Podía ocurrir que aquellos hombres no tuvieran nada que ver con la misión ni nada por el estilo, pero ninguno de los dos magos de Blue Pegasus iba a permitir que les atacaran sin más.

La muchacha retrocedió un paso mientras Shu se ponía delante de ella y debió desviar su atención a su compañero cuando este se adelantó y le lanzó a Kon antes de ir al ataque. Temis la atrapó entre sus manos con cuidado y la dejó en su hombro. La lobita ladró una vez y cuando la maga movió su mano con las cartas unidas hacia delante, el lobo soltó un único ladrido antes de ir a por los maleantes.

Shu dejó de lado al que estaba siendo atacado por el lince y se fue directo contra el que comenzaba a huir. El lobo le persiguió dando largas zancadas y le saltó encima, mordiendo uno de los brazos antes de tirarlo al suelo. Shu lo soltó y siguió de largo para volver a atacar al hombre, pero esta vez lo embistió con su cabeza tirándolo al suelo.

Artemisia no se quedó atrás, al ver a los dos hombres entretenidos, se dirigió a la entrada de la choza para revisar su interior. No sabía con qué podía encontrarse dentro por lo que al entrar se detuvo y observó a los lados. El lugar no parecía muy grande, no tardaría en revisarlo si se apresuraba, sólo esperaba que su lobo y su compañero lince aguantaran.

Lionel rasgó, arañó y mordió a aquel hombre que, en un intento de quitárselo de encima, trató de usar su poder sobre el aire. Sin embargo el dolor no le permitía concentrarse y acabó tirándolo al suelo. Sólo cuando Lionel creyó que estaba lo suficientemente herido como para no tener fuerza para resistirse regresó a su forma humana y se volvió hacia Artemisia, que estaba en la puerta verificando el interior de la choza.

—¡Ve! —Le ordenó con seguridad mientras su lobo se encargaba de embestir al segundo hombre, teniendo un completo dominio de la situación—. Encuentra lo que olcultan, nosotros nos encargamos de las cosas aquí.

Detuvo con una mano el golpe que el hombre había intentado propinarle desde abajo y, girando su muñeca, lo obligó a ponerse de espaldas y mantener su brazo allí si no quería dislocarlo. Un aullido de dolor se escapó del hombre indefenso debajo de èl, en esa pose al menos no podría hacer más uso de sus habilidades.

— ¡Kon, cuida de Temis! —le encargó a la lobita antes de olvidarse de la muchacha por pura confianza y volver hacia donde estaban los hombres. Mientras el lobo continuaba incapacitando al hombre amenazándolo en el suelo el joven desató con una mano su estola y ató ambos brazos del que había reducido en el suelo. Se puso de pie de un salto, tomó el bastón que había caído al piso tras retirar su estola y, mientras se dirigía al otro, lo señaló con una mirada acusadora.

—¡Como te muevas te corto la yugular ¿oíste?!

Hizo girar el bastón en su mano a la vez que Shu regresaba a su forma pequeña y el hombre se ponía de pie. Aprovechando la ventaja de que estaba de espaldas Lionel elevó su arma de madera y golpeó con fuerza la parte baja de la cabeza del hombre de tal forma que creyó que su arma sagrada se partiría por la mitad.
Por suerte eso no sucedió y, en cambio, el enemigo cayó al suelo inconsciente, logrando sacar un suspiro al rubio.

Escuchó la voz segura de Lionel detrás de ella y eso la impulsó a ir más rápido. Al notar que no había nada extraño siguió hacia un pasillo lateral que empezaba en la cocina un poco más allá. El lugar apenas tenía un poco de iluminación por lo que todo estaba en penumbras gracias a los tablones que bloqueaban el paso de la luz exterior. Además, por todo el lugar había una capa de polvo que se levantaba a cada paso de la joven y podía poniendo mucho esfuerzo las pisadas que indicaban el camino tomado.

Algo de comida estaba tirada a un lado, troncos viejos apilados junto a la estufa y unos cuantos muebles eran su única compañía allí. No había nada más, no podía encontrar registro de nada nuevo, y saberse sola le produjo una sensación de vértigo. Sin embargo, se repuso al pensar que el niño podía estar allí dentro, que podría estar pasándolo peor y que tenían que poner todo de ellos para poder encontrarlo. Kon saltó de su hombro y tomó al iniciativa hacia el pasillo.

La maga siguió a la loba de cerca y abrieron la primera puerta, que daba a un escueto baño, donde no había nada y sólo un profundo olor a podrido salía de allí. Luego se dirigieron a una puerta mas lejana y, al abrirla, encontró allí a un niño tirado inconsciente en el suelo con una cuerda alrededor de su cuerpo. Sin pensarlo ni fijarse en la posibilidad de que fuera una trampa, la maga corrió hacia él y se detuvo a su lado junto con Kon que comenzó a ladrarle al niño para despertarlo.

Temis, sólo por si acaso, le tomó el pulso al pequeño y se tranquilizó al notar que aún tenía y que sólo estaba inconsciente. Era probable que le hubiesen dado una droga o algo por el estilo. Más tranquila por el buen estado del menor, la maga se puso del otro lado del niño para desatarlo y quedar de frente a la salida. Con sus ojos yendo y viniendo de allí al pequeño,. pudo deshacerse de las cuerdas con rapidez y luego pasó a las que le ataban los pies al niño.

Justo cuando hizo eso, notó que alguien se apresuraba por el pasillo, del lado contrario al que ella había llegado, y un hombre se apareció en la entrada con una espada en mano. Temis sintió el miedo aparecer en su cuerpo, pero su sentido del deber era mayor. Sin siquiera pensarlo, pasó por sobre el niño y elevó una mano a la altura de su rostro, enfrentando al hombre sin perderle de vista, y sacó de su bolsillo delantero una carta. Automáticamente sus manos fueron envueltas por un aura y sintió que su fuerza crecía. Guardó en un puño la carta para no perder el efecto y sin dudarlo se lanzó hacia adelante con un puño en alto.

El hombre dio una estocada hacia adelante, Artemisia se corrió a un lado dejando que apenas el filo la rozara a la altura de su codo y se acercó a él lo suficiente como para poder proninarle un golpe en medio del rostro que lo hizo tambalearse fuera de la habitación.

Técnica:

Habiendo dejado a dos contrincantes fuera con la ayuda de Shu, Lionel entro a la casa buscando alguna clase de cuerda para poder mantenerlos en su sitio lo único que le faltaba era que alguno se despertara o desatara y escapase.

No encontró una cuerda, pero si unos estribos y unas riendas, evidencia de que en esa estancia alguna vez hubo un caballo o alguna clase de montura. Las quitó del gancho de la pared, descartó el bozal, tirándolo al suelo, y corrió nuevamente fuera para atar a los sospechosos. Arrastró al dormido y obligó a su compañero a sentarse contra su espalda, los ató con un buen nudo, uno de esos que le habían enseñado de niño en su tribu para mantener a salvo los alimentos en la copa de los árboles, y sólo cuando estuvo bien ajustado y corroboró que no podrían escaparse le desató al muchacho su estola de las manos con algo de dificultad, era una pieza de ropa demasiado preciada para abandonarla como simple retenedor, no era cualquier trapo sucio y, aparte, le daba un toque de color a su imagen.

Tal vez no era momento de pensar en ello, por lo que se la ató con prisas nuevamente en la cintura, dejando caer los extremos, y tomó el bastón que había dejado en el suelo antes de voltearse en dirección a la puerta abierta de la cabaña.

—Temis se está tardando mucho... —dejó salir casi como un suspiro bajando sus orejas, haciendo que la preocupación se apoderara de repente de él. ¿Y si había más personas en la casa? ¿Y si Temis no podía con ellos? Su exceso de confianza en su compañera podría hacer que ella acabara herida por su culpa. ¿Era idiota?

Se puso de pie, chistando con repentina urgencia.

—¡Shu, te encargo a esos dos! —le dijo al pequeño lobito antes de entrar a tropezones en la vivienda y comenzar a buscar el rastro que había seguido la muchacha, guiándolo escaleras arriba.

Al ver al hombre caer, Artemisia pronto se apresuró para volver a donde el pequeño estaba acostando y lo tomó entre los brazos para sacarlo de allí. Tendría las manos ocupadas y no podría hacer combinaciones, pero no podía simplemente dejar al niño allí en el suelo hasta acabar con su contrincante que comenzaba a levantarse del suelo de manera penosa. Ella no podía, carta de la fuerza por medio o no, enfrentarse a esa moles de músculos que la superaba en altura. La única opción que le quedaba entonces era buscar el exterior y pedir ayuda a Lionel, en un sitio despejado y sin paredes entre ambos podrían hacer algo. Ya había sentido su magia desaparecer por lo que sabía que Shu había regresado a su forma pequeña, pero ya pensaría en algo más.

Con el chico en brazos y Kon sobre el regazo de este, la maga se encaró hacia la salida. Sin embargo, cuando estaba poniendo un pie fuera el hombre se levantó apoyándose contra la pared del pasillo y le bloqueó el paso. La maga se detuvo, apretó los dientes, y en vez de entrar en pánico, se dio media vuelta para salir corriendo en la otra dirección. Al llegar al final del pasillo encontró unas escaleras que subió con prisas, sintiendo que sus músculos se quejaban por el esfuerzo, y corrió hasta una de las habitaciones cercanas para buscar una ventana libre. Se descolgaría desde allí, no tenía problema con ello.

Cuando logró abrir la puerta para entrar, una mano la tomó de la ropa y la lanzó hacia atrás. De la sorpresa, soltó al pequeño que salió disparado un poco hacia adelante y cayó aún inconsciente sobre el suelo al igual que ella. Artemisia golpeó su espalda contra la madera y para cuando quiso reincorporarse, ya tenía al hombre sobre ella, tomándola de la ropa para levantarla hasta la altura de su rostro de nariz deformada por el golpe. Temis lo observó un tanto atontada y, con sus manos aún libres, decidió que no podía dejar que eso continuara por lo que rápidamente palmeó a los costados de las cabeza del sujeto con mucha fuerza. El golpe atontó una vez más al hombre y este la soltó, por lo que ella retrocedió tomando una postura defensiva. Lista para el siguiente round.

Algo en su interior le decía a Lionel que las cosas no estaban yendo muy bien. Se apresuró escaleras arriba y cuando estaba por llegar al primer piso escuchó pisadas en el suelo de madera y cómo estas ascendían un piso más hasta lo que, posiblemente, fuera un ático. Junto a ese par de pisotones había otros mucho mayores, estaba seguro de que Artemisia estaba siendo perseguida por alguien y se apresuró a ayudarla, saltando los escalones de dos en dos.

Cuando finalmente el muchacho acabó de subir, con la respiración agitada y las orejas hacia adelante en un gesto de alerta, puso ver que Artemisia se ponía de pie con dificultad y se alejaba, poniéndose a la defensiva de un hombre que no solamente era mucho mayor a ella, sino que también tenía una contextura muy grande y trabajada. En términos de fuerza bruta estaba seguro de que ni él mismo podría vencerlo, sin contar que le parecía bastante desagradable el asunto.

—¡Temis! —la llamó al llegar a su lado, pero dudó en qué decirle. Lo primero que se le vino a la cabeza fue advertirle sobre el peligro, avisarle que tomara al niño, que estaba en el suelo inconsciente a un costado, y decirle que huyera mientras él se encargaba del matón frente a él pero entonces, a último momento, vio la ventana abierta que estaba detrás del hombre, que se estaba sonando los nudillos sin muchas intenciones de dar charla.

El lince sonrió de lado, como se había propuesto antes estaba dispuesto a confiar en la mujer. Sabía que a pesar de ser torpe y frágil tenía mucha fuerza de voluntad y, después de todo, era su compañera. Volvería a depositar esa confianza en ella una vez más y, si no lograba trabajar en equipo con él, entonces tal vez las misiones no fueran lo suyo. Sabía, por el tablero del gremio, que las cosas se pondrían más difíciles a medida que se ganara más y más experiencia.

—¿Me secundas en una idea? —le preguntó mirándola de reojo, sin borrar la sonrisa.

Antes de que ella contestara tomó la respuesta como positiva, dejó el bastó en el suelo y aprovechó las piernas flexionadas para dar un salto hacia el hombre. El enemigo se puso en alerta y levantó los puños pero la figura de Lionelñ se encogió y encogió hasta que una pequeña ardilla traspasó las defensas y aferró sus patitas a la cara del hombre

—¡Espero que te guste bailar!

Lionel se movió veloz, esquivó el intento del gran hombre por agarrarlo y dio vueltas hasta meterse por la nuca debajo de la remera de su víctima. De allí comenzó a correr por todo su cuerpo, se aferraba con fuerza a la piel, siguiendo el rastro con su cola pomposa. Sintió cómo el hombre se quejaba, se retorcíae intentaba aplastarlo, pero la mano era demasiado lenta en comparación con él.

Poco a poco el hombre comenzó a retroceder en dirección a la ventana.

Técnica usada:

Antes de poder darse cuenta de su presencia, escuchó la voz de Lionel cerca y debió juntar toda su fuerza de voluntad para no girarse hacia él con el alivio en el rostro. No podía permitirse sacar de foco al hombre gigantesco que tenían delante y que intentaba detener su misión de rescatar al niño caído en el suelo. No iban a irse sin ese pequeño y no le dejarían a ese hombre hacer lo que le viniera en gana. Aún tenían opciones para tomar.

El sujeto, mareado por los golpes recibidos, los observó de uno en uno como esperando que se movieran. Por un segundo reinó el silencio y Temis comenzó a sentir los nervios atenazándose en ella, amenazando con ponerla demasiado ansiosa para reaccionar. Kon soltó un ladrido angustiado al ver la situación pero no se movió de un lado del niño, de hecho se había puesto sobre él para protegerlo en caso de que el malvado sujeto intentara hacerle daño de nuevo. La maga sabía que podía confiar en ella.

La pregunta del muchacho hizo que ella lo viera de reojo un momento y asintiera. Eran compañeros esa vez, por supuesto que lo secundaría en lo que necesitara y estaba dispuesta a confiar en él. Lo había hecho antes dejando Shu a su lado para pelear y a pesar de todo él había ido hasta allí para ayudarla apenas había terminado, no podía hacer otra cosa que confiar y no tenía motivos para no hacerlo.

Lionel, antes de que ella terminara el movimiento, ya se había lanzado contra el hombre y cambió de forma a una pequeña ardilla para comenzar a caminar por sobre él. Sorprendida, la maga vio al grandote intentar quitarse o apartar el animal que corría por debajo de su remera y entendió lo que el mago buscaba cuando vio la ventana. La caída desde allí no mataría al secuestrador, o eso pensaba, así que podrían lanzarlo por allí.

Al verlo retroceder, Temis se acercó corriendo y al estar frente al hombre se agachó, barriendo con una pierna las del secuestrador que se tambaleó y se fue contra el hueco de la ventana. Quedó con medio cuerpo colgando, con sus manos apenas agarradas a los bordes del alfeizar y Artemisia aprovechó aquello.

—¡Lionel, sal! —le advirtió a su compañero antes de darle un golpe en el rostro al sujeto, de nuevo en su nariz adolorida.

El sujeto gritó de dolor, quiso tomarse el rostro y ese solo gesto le valió perder todo el sostén que tenía antes de caer al vacío. Temis retrocedió, para no verse arrastrada, y se encogió de hombros con los ojos cerrados al escuchar el golpe del cuerpo contra el suelo. Eso dolería mañana.

Tras eso buscó a su compañero con la mirada.

Lionel continuó tratando de evitar los manotazos. Uno de ellos atrapó su cola peluda pero fue liberada de inmediato casi sin ningún dolor. Para cuando Artemisia gritó que saliera de allí dentro se deslizó a toda velocidad, aferrando sus patitas a la piel del enemigo, vislumbró al parte de abajo de la remera y se escabulló por allí hacia la libertad de un salto, cayendo al suelo y rodando antes de regresar a su forma humana.

Al voltearse, arrodillado como estaba, pudo ver como Temis acababa de empujar al hombre por la ventana y cerró los ojos, bajó las orejas y se encogió al escuchar la pequeña onomatopeya perdida de cuando finalmente tocó el suelo. Despreocupado se puso de pie y se volteó completamente, se acomodó sus ropas y olió su brazo derecho, haciendo una mueca de disgusto.

—Recuérdame no volver a hacer algo como eso ¡Ahora apesto a sudor! esto quedará en toda mi ropa ¿sabes lo que va a costar sacarlo? Debí haber pensado en otra cosa.

Para alguien que solía oler a pino y bosque el tener algo tan asqueroso como el sudor de otra persona encima suyo le parecía altamente repulsivo. Lionel solía fijarse mucho en su apariencia y era, como cualquier felino, alguien que siempre quería estar lo más limpio posible.

Se sacudió como si con eso pudiera sacarse el hedor antes de voltearse el niño que estaba aún inconsciente en un costado de la sala.

—¿Crees que estará bien? —le dijo a Artemisia preocupado. Sabía, tanto por su olor como por el color de su piel, que simplemente estaba inconsciente, pero sería mejor llevarlo al hospital cuanto antes. A todo eso ¿sería ese el muchacho que estaban buscando? tal vez se tratara de otra víctima, podían no ser el mismo chico, a pesar de que estaba claro de que era alguien que no tenía que estar en ese lugar.

Al volver la mirada encontró a su compañero nuevamente en forma humana acomodándose las ropas y oliéndolas con asco como si apestaran. El comentario del muchacho al respecto la hizo soltar una risa suave, muy fuera de la situación, y asintió una vez haciendo nota en su cabeza de advertirle al joven sobre no meterse en la ropa de los demás porque podía apestar a sudor luego. ¿Acaso tendría tiempo de avisarle algo así si la situación se repetía? No creía que fuera posible pero intentaría acordarse de eso.

Ambos volvieron la atención al niño entonces y la muchacha se acercó al él, caminando con pasos tranquilos hasta el pequeño inconsciente mientras su lobita se relajaba. Kon la miró a los ojos y se restregó contra una de sus piernas, como si fuera más bien un gato que un perro, mientras la dama le tomaba las pulsaciones al niño. Estaba en buen estado físico, aunque tenía el rostro un poco pálido, y por el latir de su corazón así como por la respiración ella confirmó que seguía inconsciente. Pese al golpe no se había levantado y eso sólo podía significar que le habían dado alguna clase de droga para mantenerlo en ese estado.

—Estará bien, si este es el niño secuestrado entonces no querrían hacerle daño antes de recibir el pago por él —le respondió a su compañero mientras levantaba al pequeño hasta sentarlo y lo acomodaba para poder cargarlo sobre su espalda—. De todas formas, llevémoslo al pueblo, me gustaría que un médico evalúe su estado.

Al terminar de acomodar al niño en su espalda, se puso de pie con algo de dificultar y observó a Lionel. Fue entonces que notó la falta de Shu y ladeó un poco la cabeza.

—¿Todo bien afuera? —suponía que así había sido porque Kon aún estaba con ellos y le ladrada de nuevo a Lionel para recibir su atención, pero aún así estaba un poco preocupada por su lobo y por el muchacho. El mago no se veía golpeado pero mejor no sacar conclusiones apresuradas.

Lionel asintió ante la idea de llevarlo a un médico. No creía que el chico tuviera heridas, es decir, podía verle un par de moratones pero más allá e eso no parecía estar con ninguna clase de corte, herida abierta o miembros rotos. Se lo veía en un buen estado pero si tras todo ese escándalo no se había despertado tal vez tuviera alguna clase de narcótico en su sangre. Por las dudas lo mejor sería que lo viera alguien especializado.

Artemisia tomó al muchacho con esfuerzo y él la observo con un poco de reprocho. no iba a dejar que ella lo cargara, al menos no mientras él estuviera allí. Tenía un entrenamiento físico más riguroso que ella y, por lo tanto, más fuerza. Al menos eso deducía. Soltó un suspiro y sin siquiera preguntarle tomó al muchacho de su espalda, lo giró en sus brazos y lo apoyó contra su pecho, cruzando ambas manos por debajo de sus nalgas como si fuera una silla, la cabeza del niño quedó reposando sobre su hombro.

—Es mejor que yo lo lleve. Protégeme si hay malos allá afuera, Temis —le canturreó con una sonrisa infantil mientras se adelantaba un par de pasos. Cierto, había dejado al pequeño lobito blanco a cargo de dos maleantes. Por supuesto que él solito no podría contra los dos cautivos si se les daba por escapar, pero Lionel confiaba en que la imagen de la gran bestia imponente se les hubiera grabado en su mente y, por precaución y el desconocimiento de cómo funcionaba la magia de la muchacha, tal vez le tuvieran el miedo suficiente como para no intentar nada extraño—. Esta todo bajo control. Confío en que siga así. Si esos dos maleantes escaparon al menos tenemos al niño, que es lo más importante, y recuerdo sus rostros, seguro estarán en la lista de buscados del reino muy pronto.

Comenzó a bajar las escaleras despacio y con cuidado, intentando no tropezar con los escalones que chirreaban a cada paso. Con un peso encima se le hacía un poco complicado el mirar hacia abajo.

—Tal vez quieras adelantarte —le propuso mientras se concentraba en pasar el remanso sin incidentes—. Por precaución. ¿Qué dices, Kon?

Había ignorado a la lobita negra mientras ladraba, esa vez no podía cargarla, prefería que se quedara con Artemisia y la cuidara. Si estaba con ella entonces no se preocuparía tanto si algo pasaba, los espíritus de la maga eran sumamente confiables, a diferencia de los fantasmas a los cuales él estaba tan acostumbrado.

Estaba por dar un paso hacia delante cuando notó que el peso de su espalda le era retirado. Sorprendida, volvió la mirada para entender qué era lo que ocurría y sus manos se aflojaron dejando que fuera el mago quien cargara al pequeño. Artemisia observó a su compañero sin entender el por qué de sus acciones, ella estaba segura de poder llevar al pequeño en su espalda sin necesidad de que él se cansara aún más, sin embargo, Lionel no le dio tiempo a protestar al alegar que sería mejor que él lo llevara.

Temis, al escucharlo, le dedicó una pequeña sonrisa y asintió permitiéndole hacerse cargo del asunto. Soltó una suave risa al escuchar que él le pedía protección y fue tras él con Kon pisándole los talones. La verdad es que no sabía qué tan buena podía ser protegiendo a alguien sin Shu a su lado, pero no le quedaba otra opción más que intentarlo. No iba a dejar a su compañero solo o indefenso en esa situación.

La tranquilizó un poco saber que las cosas estaban bajo control pues esperaba que su lobo estuviera en buenas condiciones para ayudarlos en caso de que lo necesitaran. Al menos ya tenían al niño a salvo con ellos y si algo pasaba podrían reaccionar, no iban a dejar que el pequeño cayera en malas manos de nuevo. De eso estaba segura. Sus ojos se clavaron en la espalda de su compañero mientras este bajaba las escaleras y sintió que era peligroso que fuera solo por delante.

Kon soltó un ladrido feliz, adelantándose a ambos.

—No te ilusiones mucho, creo que sólo quiere ver a Shu —le dijo al muchacho dando un suspiro y adelantándose a él. Pasó a su lado con cuidado y se colocó justo en su camino, apoyando una mano contra la pared—. Si tropiezas, haré lo imposible por no caerme —le prometió con una sonrisita contrariada antes de comenzar a bajar.

La verdad era que lo que más la preocupaba era el bienestar del niño si se caían, si ellos tropezaban apenas tendrían algunos magullones y con mucha mala suerte una fractura, no creía que fueran a morir por algo así. Pero si caían podrían aplastar al pequeño y herirlo de gravedad, por no decir algo peor.

Fue una suerte, casi, que llegaran ilesos al piso de abajo y Artemisia se mantuvo delante de su compañero todo el camino hacia el exterior. Al llegar allí se encontró a los dos maleantes anteriores amarrados y a sus lobos jugando a morderse entre ellos sobre al tierra. ¿Acaso eran niños en un parque? La situación no estaba para juegos.

Los ojos de Artemisia se volvieron a su compañero con duda.

—¿Qué crees que será mejor: dejarlos aquí atados a al intemperie y que la guardia venga por ellos o arrastrarlos hasta el pueblo con nosotros?

La tercera opción que se le había ocurrido fue separarse y que uno de ellos levara al niño y el otro se quedara a vigilar a los secuestradores, pero no sabía si era una buena opción.