[Entrenamiento - Flashback] A warm cup of love [Privado: Nowell]

Nowell estaba soñando con algo entretenido, de eso estaba seguro, pero no podía recordar con qué porque antes de que su cerebro grabara la información alguien abrió la puerta de sopetón y el ruido despertó sus alarmas. Antes de darse cuenta, el pequeño dio un salto en la cama que lo dejó sentado sobre el colchón con el cuerpo tenso y sólo se relajó cuando vio que detrás de la almohada que Werner había mandado a volar se aparecía la muchacha de cabellos verdes que era su hermana.

Con el rostro aún con marcas del sueño o más bien de la almohada que tan buena compañía había sido la noche anterior, el niño observó a los hermanos pelear y se le formó una sonrisa en el rostro. Él no tenía hermanos y le parecía muy adorable la relación que esos dos tenían, a veces había sentido un poco de envidia de eso, pero con el tiempo los dos lo habían incluido en todo ese círculo y en ese tiempo más que nunca se sentía parte de aquella cálida familia. Se sentía más a gusto allí que en su propio hogar, que con las miradas de su padre que cada vez que volvía a casa parecía gritarle en silencio que no quería verlo más por allí. Ese no era su hogar, pero allí con Zaly y Wer sentía que al fin tenía uno.

Se restregó la cara con una de sus manos para desperezarse mientras los hermanos terminaban su riña y de pronto sintió que la cama a su lado se hundía un poco. Giró los ojos en esa dirección y al ver de quién se trataba, sonrió un poco más. La pequeña niña a su lado era la razón del niño para estar allí. Nowell ladeó un poco la cabeza y el cabello le hizo un poco de cosquillas en su espalda porque llevaba el cabello suelto, dormir con un listón le parecía demasiado incómodo.

—Está bien, he dormido bien, Wer no ronca tanto como Zalanna dice —le aseguró a la madre de los muchachos antes de dar un bostezo que cubrió con su mano—. Aunque, qué manera de despertar a la gente, Zaly —se quejó el muchacho tomando su propia almohada y lanzándosela a la niña con un poco de fuerza, la suficiente como para llegar a darle.

Una débiles risas se le escaparon al ver la poca puntería de la muchacha pero se callaron pronto cuando la madre de la niña habló. Los ojos de Nowell se posaron en Ada, a quien sentía tan amable y querida como su madre, y los tuvo que cerrar un poco cuando ella le revolvió el cabello en un gesto que le sabía dulce. Aquello le hacía brincar el corazón de alegría, era lindo ser quería por un adulto aunque sea una vez.

Cuando la mayor se fue, Zalanna se acercó para hacer que tomara una de las tazas y él la recibió con un suave “gracias” lleno de pena. No estaba acostumbrado a esas atenciones, su madre sólo le hacía algo así para el día de su cumpleaños, o más bien para el día en que ellos lo habían adoptado. Su madre solía festejar mucho eso, aunque a veces el muchacho de una década de edad se preguntaba si tendría algo que festejar con todo el mal que había traído.

Sacudió su cabeza un poco, sacando esas ideas y el comentario de Werner hizo que se le subieran los colores al rostro. ¡¿Qué cosas decía?! Fue Zalanna la que primero negó todo y el niño soltó un suspiro de alivio, no quería ese tipo de cosas, siempre los niños se burlaban de los pequeños que tenían “novia”, aunque había visto que a los grandes parecía avergonzarles no tener una. No comprendía esas cosas.

—Sería un monito con cabello verde entonces —comentó Nowell con la cabeza ladeada y elevando los hombros un poco.

Tras eso le dio un sorbo a la bebida y tomó con timidez un pedazo de budín para comerlo con tranquilidad. Se había acostumbrado con el tiempo al sabor de la comida casera de Ada y le encantaba. Era diferente a la de su madre, pero igual de exquisita.

—¿Te has levantado hace mucho, Zaly? —preguntó con curiosidad mientras tomaba la taza para dar un nuevo sorbo. La verdad es que era malo para iniciar conversaciones, pero algo era algo y de Wer ya sabía lo que necesitaba: se acababa de despertar sobresaltado como él.

Bueno, se podría decir que la menor de la familia era mucho más madrugadora que quien se suponía que tenía que dar el ejemplo. Él, por su parte, tenía muchos problemas para levantarse temprano y más cuando podía dormir con tranquilidad y seguridad sabiendo que nada malo iba a pasarle al despertar. Tener un fin de semana sin dolor iba a ser realmente extraño, extrañaría mucho esa paz y cariño del hogar de Zalanna y Wer cuando debiera volver a la casa de al lado.

Soltó unas nuevas risas al escuchar las palabras del hermano mayor y decidió esa vez no decir nada respecto aunque le pareció un poco cruel que Wernen no le dijera nada a la pequeña. La verdad era que a él le hubiera gustado poder estar todos juntos, pero los adultos tenían esa regla de que los niños y las niñas no podían dormir en el mismo cuarto a pesar de que ellos lo hacían. Adultos; de nuevo no los entendía para nada. En la mente de Nowell algunas cosas eran mucho más sencillas de lo que muchos podrían esperar por lo que era normal que ciertas cosas se le escaparan, más cuando su padre no era exactamente uno de los que explican bien las cosas.

La pregunta de la pequeña le hizo compartir una mirada con su hermano y luego, con una sonrisa, le contestó:

—En realidad intenté contarle historias de miedo a Wer, pero no funcionó muy bien, se la pasaba riendo y transformando mis historias en chistes —dijo medio a modo de queja el niño y observó a su compañero de cuarto—. No sé cómo hace, pero todo terminaba siendo muy gracioso —agregó con una carcajada al recordar cómo la historia de la casa maldita terminó siendo un hogar de gente mayor que cocinaba pastelillos dulces. La imaginación de Werner era inagotable.

Una nueva risa escapó de los labios del pequeño cuando la muchacha dijo que él era más bueno que su hermano. Eso no era cierto para nada, de hecho, Nowell era el de las bromas pesadas y el primero en ir a los golpes para defender a alguien o en mirar mal a alguien que no le caía bien mientras que Wer era un poco más amable. Pero bueno, si él era más bueno que su hermano para la de cabellos verdes, entonces no le molestaba. Zalanna era, por así decirlo, su debilidad. Una hermana menor a quien cuidar.

Terminó de comer su trozo de budín y estaba con los últimos tragos de leche, en busca de que esta no se enfriara, cuando la niña comenzó a gatear hasta su lado y se apoyó en él. Automáticamente los hombros del niño se tensaron y se le colorearon las mejillas. La cercanía con las personas aún le costaba un poco y que se le tiraran encima, más siendo una niña, le parecía vergonzoso. No quería ser rudo, por ella pero le daban ganas de salirse rápido. No quería que Wer se molestara ni que se mal interpretara todo aquello. Sus compañeros de clase siempre bromeaban con él sobre su relación con la niña.

El plan de Zalanna, por supuesto, incluía molestar a su hermano por lo que no pudo resistirse a molestar al muchacho. Soltó una risa fingida cuando la niña lo dijo y, viendo a su amigo con una sonrisa burlona, se giró para susurrarle algo a la menor.

—Tarta de fresa —dijo y luego se echó a reír un poco para molestar a su amigo.

Le parecía sólo un poquito cruel todo aquello, pero ver a Wer enojado era algo tan divertido que no podía evitarlo. Siempre terminaba haciendo una escenita de celos o de ofensa por lo que los otros dos planeaban en su contra.

La almohada no sólo le dio a ellos sino que también terminó por hacer salpicar las tazas, por suerte no romperlas, y Nowell volvió a reír entretenido mientras veía el ataque de la pequeña hacia su hermano. Golpe por golpe, almohadazo por almohadazo. Era lo justo.

Wer se defendió a tiempo y se tiró luego sobre la niña haciéndole cosquillas. Ante el ataque cercano, el castaño huyó apartándose de las manos que iban y venían buscando cosquillas a la niña que pronto rompió a sonoras carcajadas que a él le dieron mucha gracia. No pudo evitar compartir un poco de la risa mientras, con cuidado, corría un poco la bandeja con miedo de que de pronto la volcaran y Ada terminara por regañarlos por la tontería que habían hecho.

Las risas callaron cuando el hermano mayor se apartó al fin, triunfante por haber obtenido su venganza, y Zalanna en vez de pedir un descanso desvió la atención a él y de pronto los dos niños de cabellos verdes tuvieron la mirada en él.

Nowell se apartó de las cosas, tragó duro y levantó las manos para defenderse pero antes de poder decir nada, tenía a los hermanos encima. Cayó sobre las mantas y se resbaló hacia el suelo con ellos encima mientras las cuatro manos se aferraban a su estómago haciéndole o buscando unas cosquillas que no tenía. Le dio un poco de gracia el intento pero empezó a empujarlos cuando ellos tocaban algunos moretones que aún no habían sanado.

—Au, au —comenzó a quejarse con una risa graciosa—. No tengo cosquillas, me están rasguñando —se quejó sin molestia en su voz sino más bien con gracia por la situación.

¡Recién ahora recordaba que no tenía cosquillas y que aquello era en vano!

Nowell soltó unas risas suaves nuevamente y se señaló en respuesta a la pregunta de la pequeña. ¡Él era ese anormal! Nunca había tenido cosquillas pero, a cambio, si la persona a su lado reír se veía contagiado de esa risa sin poder evitarlo.

Fue Wer esa vez el que cambió el tema de conversación y propuso que luego de comer podrían entrenar, aunque con cuidado para que sus padres no los regañaran. Esa idea le pareció de lo más interesante y asintió con ánimos. ¡Mover el cuerpo y entrenar era algo que le encantaba! Aún no tenía mucho control sobre su magia y le costaban incluso las cosas más simples, sin contar que no tenía nadie que le enseñara a manejar esas habilidades que poseía y eso le hacías las cosas más complicadas. Sin embargo, poco a poco comenzaba a sentirse más naturalizado con su poder.

Nowell se encogió en hombros cuando Wer habló sobre la victoria de la otra vez y se hizo el tonto, no quería perder pero no dejaría que su lado más competitivo saliera a flote tan fácilmente. Zalanna en ese momento dijo con ánimos que quería participar y su hermano la detuvo diciendo que era un juego de niños. Ella, por supuesto, no se mostró muy satisfecha con esa respuesta y haciendo un berrinche se fue sin siquiera terminar su tostada.

La observó irse, con pena y volvió la mirada a Wer que se veía afligido. Creíaq eu había sido un poco duro con ella, pero no era quién para meterse en el asunto, aunque sí no podía dejar las cosas de esa manera.

—Iré a por ella, la convenceré para que vuelva —le dijo a su amigo poniéndose de pie y buscando alrededor de la cama el listón con el que se amarraba el cabello—. Tu baja las cosas, yo me encargo.

Y sin decir mucho más, descalzo y con la ropa de cama, salió de la habitación para buscar a Zaly. No le gustaba cuando ella se ponía así y mucho menos cuando se veía triste, por lo que se juró que no frenaría hasta encontrarla.

Había aprendido, con el tiempo, que la niña no repetía escondites una vez que al encontraban por lo que dejó de lado aquellos lugares que ya una vez había visitado y salió de la casa. Pisar el suelo del exterior le pareció divertido aunque la vista de su casa un poco más allá le dio algo de terror.

Siguió caminando por el lugar, alejándose del terreno de la casa y adentrándose en el bosque aledaño. Una vez Zaly se había escondido allí, ¿podría haber encontrado otro refugio en ese lugar? No creía que estuviera en la casa, el lugar era pequeño y no parecía que tuviera ya lugares seguros allí, por lo que siguió su instinto y comenzó a buscar en el bosque. Si al cabo de media hora no encontraba nada, entonces volvería y se rendiría.

Comenzó a correr, obviando el dolor de sus pies al pisar las piedras y ramas partidas del suelo y buscó con la mirada algún lugar obvio para esconderse. Poco a poco se adentró en el bosque y encontró entonces, entre la maleza, una construcción vieja y llena de vegetación. Un lugar perfecto para esconderse.

—¿Zaly? —dijo en voz alta llevándose las manos a los lados de la boca para hacer que sus palabras se proyectara un poco más—. ¿Estás por aquí?


5/11

Antes de lo que había esperado, la niña se asomó desde una de las ventanas del primer piso y le gritó que volvería después en un tono que claramente dejaba a la vista su enojo. Nowell suspiró cuando lo echó para que volviera a jugar con Wer y, en vez de hacer eso, siguió caminando acercándose al edificio. Si conocía a Zalanna como creía, de seguro ella se iría del lugar o empezaría a esconderse en lugares más complicados, ya había pasado, ¡sólo se tenía que ver en dónde estaban ahora mismo! Esa muchacha sí que era rara.

Nowell se acercó con prisa al edificio, sin hacer uso de su magia por si la necesitaba luego, y entró al descuidado lugar para poder subir al primer piso. Las escaleras que daban hacia allí estaban algo rotas y, con temor a caer, el niño las subió con cuidado pero siempre estando atento a cualquier ruido extraño o amenaza de derrumbe. Zaly no podría haber elegido un lugar más complicado para meterse.

—¡Zaly! —la llamó cuando llegó al primer piso e intentó ubicarse, yendo rápidamente a la habitación correcta—. Vamos,no te enojes conmigo. Wer se ha sido rudo pero sabes que lo dice porque está preocupado.

Intentó convencerla hablando fuerte y llegando a la puerta de la habitación donde tenía que estar la muchacha. No se mostró aún, por temor a provocar que ella corriera, pero se acercó los últimos pasos lentamente.

—Vamos a tu casa, este sitio es peligroso —le advirtió viendo con desconfianza las paredes y el techo.