[Entrenamiento] Sin robar también se puede vivir ¿Verdad?

—Margaret...

Una de las ciudades más importantes del reino al que ahora ella pertenecía. Aspiró una gran bocanada de aire perteneciente a dicho lugar y comenzó a caminar por las calles en busca de objetivos que sean fáciles de sustraer.

Sí, ella había ido a robar...

Se sintió mal por unos segundos al pensar en el motivo real que la llevó a ese lugar, y se mantuvo impasible, quieta, tratando de eliminar todo sentimiento de tristeza o culpabilidad que pudiese llegar a generar dicha acción en ella. Sabía que debía matar su moral para poder sobrevivir en un ambiente hostil como aquel, pero no podía ¡Simplemente no podía! porque había algo dentro de ella que clamaba por un buen camino para transitar.
Suspiró llevándose ambas manos a la cabeza, observando pequeñas tiendas, puestos de comida e inclusive de ropa, supuestos objetivos que la ayudarían a cumplir con la cuota del día para subsistir, sin embargo, había algo que se lo impedía. una pequeña vocecita que le repetía todo el tiempo que las misiones eran más provechosas que los robos o los hurtos. Se quedó en su lugar observando hacia adelante, repitiéndose a sí misma que tenía que cumplir con su objetivo y marcharse, pero no podía.
Había probado por primera vez en su vida que podía ser útil utilizando su magia, siendo una maga independiente y ganando el sustento de cada día con el esfuerzo de un trabajo bien hecho ¡Ja! era algo ilusorio, pero supuso que podía pensar de esa manera ¿o no? Se vio con dinero honradamente ganado en sus manos y se sintió el ser más grande del universo por primera vez en su vida, y lo supo, tenía que conseguir un trabajo y a alguien que la acompañase sin importar el lugar al que ella se dirija.

—...

Sabía perfectamente que no debía siquiera pensar en robar de nuevo, no después de sentirse honesta por primera vez en su vida. Suspiró desganada, su conciencia y su moral ganaron la batalla por primera vez ante sus necesidades e instintos de supervivencia, cosa que la alentó a continuar con esa faceta directa que le aseguraba la victoria ante la deshonestidad. Sonrió, sintiéndose alguien que renació por un pensamiento simple, aunque sabía que algo no estaba cien por ciento bien en todo esto.
Sabía que algo siempre la tentaría a tomar lo que no le pertenecía, y eso estaba siempre presente dentro de su mente y corazón, pero debía resistir. Había una enfermedad de la que ella había leído -en esos pocos, muy pocos momentos en los que ella lee alguna cosa- llamada cleptomanía, que es considerada como una obsesión al robo ¿acaso ella la poseía? no podía saberlo.
En medio de sus meditaciones un ruido sordo la obligó a levantar la vista, observando como un hombre comenzaba a correr hacia quién sabe donde con un par de bolsas en mano, seguido de un señor que salía de la tienda que estaba justo a dos pasos de ella. La situación le era demasiado familiar, y sintió como una punzada de culpabilidad atravesaba su pecho como si se tratase de una flecha. La angustia y el enojo del dependiente de ese trabajo se grabó en su retina como si fuera una imagen atronadora que partió su corazón en pedacitos.